Tras el parón impuesto por la guerra civil, la construcción de nuevas viviendas en Borja había sido muy escasa. De hecho, tan solo merecían ser destacados el edificio que la Caja de Ahorros de Zaragoza había levantado en la plaza de España y las viviendas de funcionarios promovidas por el Ayuntamiento en el parque de San Francisco.
En su memoria de licenciatura, la Dra.
Dª. María José Aguilera destacaba el impacto que tuvo la construcción, en las afueras
de la ciudad, del parque de Obras Públicas con casas para sus trabajadores, que
fue la primera urbanización creada en Borja.
En 1968, fue aprobada la Ley sobre
viviendas de protección oficial, desarrollada por el Decreto 2114/1968, al
amparo de la cual se construyeron los primeros bloques de promoción privada, las
conocidas como “Casas de Alda”, la primera de las cuales fue edificada junto a
la N-122, más abajo del lavadero y, más tarde, se levantaron otros tres
bloques, entre el lavadero y la calle de Cruz de Salas.
Pero mucho mayor fue el impacto
derivado de la construcción del que se llamó “Edificio Imperial” con una altura
que excedía a toda la normativa vigente y que dio origen a una sanción y a la
paralización de proyectos similares en otras localidades de la provincia. A
pesar de ello, hubo quienes lo consideraron un símbolo de modernidad y un
avance considerable, como expresión de una oferta de viviendas mucho mejores de
las que eran habituales. La memoria recoge el dato y lo que representó como
fenómeno urbanístico, sin expresar una opinión concreta.
Una de las iniciativas de mayor
importancia de aquellos años fue la construcción de los polígonos de La Romería
y La Florida, en régimen cooperativo, con viviendas individuales de indudable
calidad.
Tampoco lo hace respecto a otros
edificios que fueron surgiendo aquellos años con una tipología característica
del “desarrollismo” y con una evidente anarquía en cuanto alturas.
Como habitual visitante del Santuario de
Misericordia, dedica un apartado especial al urbanismo de esa zona que, por
entonces, había experimentado un auge que llegó a amenazar a amplias zonas de
pinar que, sin embargo, no llegó a culminar en los proyectos que se pretendía
llevar a cabo en la zona alta de la Muela.
Destacaba la creación de la cooperativa
de viviendas “San Bartolomé” y otras urbanizaciones más problemáticas que, sin
embargo, eran vistas como factores de dinamización del sector turístico.
Comentaba también el excelente estado
de la pavimentación de toda la ciudad, que había sido llevada a cabo poco antes,
tras la instalación de la red de alcantarillado y suministro de agua. Realizada
en hormigón compactado, se pretendió dotar a las zonas más importantes del
casco antiguo, de un pavimento de canto rodado y piedra, como el empleado en
muchas otras ciudades. Quedó circunscrito a la plaza del Mercado y la calle de
San Bartolomé, debido a la oposición de determinados sectores y, finalmente, el
pavimento de esa calle terminó siendo destruido años después.
En cuanto a la plaza del Mercado es
donde desliza uno de los pocos comentarios críticos, al hablar de su pasado
como centro comercial, devenido después en aparcamiento de coches. Afortunadamente, en eso y en otras, cosas hemos mejorado.
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