Recientemente, la prensa regional difundió la noticia de que los muros de la iglesia de Plampalacios habían aparecido cubiertos de pintadas. Decía la información que, nada más conocer los hechos, el Ayuntamiento de Aínsa los había puesto en conocimiento de la Guardia Civil y ya se estaban llevando a cabo actuaciones encaminadas a identificar a los responsables.
Plampalacios es un despoblado que quedó
sumergido por el embalse de Mediano que, cuando está al límite de su capacidad sus
aguas invaden el antiguo templo. De todas formas, tenemos dudas acerca de si
las pintadas afectaron a este templo o a la cercana ermita de la Virgen del Llano.
En cualquier caso, la respuesta inmediata de las autoridades municipales merece
ser destacada, a pesar del estado del edificio y de que no se encuentra
afectado por una declaración monumental específica.
Distinto es el caso de Borja, donde el
casco antiguo tiene la consideración de Bien de Interés Cultural y, por lo
tanto, las pintadas realizadas en él constituyen un delito, siendo obligatoria
su denuncia por parte de las autoridades ya que, en caso contrario, podrían
incurrir en otro delito de prevaricación.
Hace ya algunos días dimos cuenta de la
actuación de “amorcito” el impulsivo joven y, presunto delincuente, que en una
noche inundó la ciudad y, luego los monumentos de Zaragoza, con los corazones,
a través de los cuales confesaba su amor.
En su osadía llegó a pintar las gradas
de la Casa Consistorial. Ese corazón fue borrado inmediatamente, pero no los
restantes.
Amparado en su impunidad, ha seguido pintando
y, junto a los corazones, aparece ahora la expresión “Pap!” que no sabemos lo
que quiere decir, pero lo averiguaremos…
Al parecer, su pulsión amatoria le
provoca cierto remordimiento. Lo demuestra el que, en el “Love” pintado frente
a la oficina de Correos, haya escrito en mal aprendido castellano “Lo ziento”.
No nos lo creemos.
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