Desde que se inició el incendio en la zona de Añón, Enrique Lacleta estuvo con su cámara siguiendo la evolución de las llamas y nos ha traído un extenso reportaje del que vamos a ofrecer algunas de las imágenes más llamativas.
Fue a
primeras horas de la tarde del sábado cuando, ante el humo que observaba desde
su casa, se desplazó a lo alto del cabezo Vulcasacos desde donde pudo
contemplar cómo iba aumentando hasta ocultar parcialmente el sol.
En aquellos momentos, el incendio
parecía una cosa lejana y, desde luego, nada hacía suponer las dimensiones que
luego iba a alcanzar y nadie hubiera llegado a pensar que, en un corto período
de tiempo, llegaría a alcanzarnos, aunque el humo crecía por momentos.
La presencia de aviones y helicópteros
descargando agua en el mismo foco del incendio, daba una cierta sensación de
seguridad y hasta constituía todo un espectáculo el verlos operar con indudable
habilidad.
Pero, conforme llegaba la noche las
llamas fueron haciéndose visibles y, de manera inexplicable lograron saltar una
barrera tan importante como la N-122 y entraron en el término municipal de Borja.
Tras el Santuario se veía un intenso resplandor rojo que hacía temer lo peor.
Y la tragedia se consumó cuando los
pinares de la Muela Alta comenzaron a arder, mientras las llamas se propagaban
también por la Muela Baja. Que, en última instancia pudieran salvarse las casas
del Santuario no atenúa la gravedad de lo ocurrido, sobre todo porque, en estos
momentos, seguimos sin conocer el alcance real de lo acaecido y las posibilidades
de regeneración del bosque. Nada será igual, salvo esa luna roja cuyas fases se
irán sucediendo hasta el final de los tiempos.
En la mañana del domingo así amaneció
la Muela Baja con amplias zonas de monte bajo quemadas. Las brigadas, apoyadas
por palas excavadoras estaban abriendo cortafuegos en diferentes lugares.
También estaban operando dos
helicópteros y efectivos de la UME. La labor de unos y otros parecía haber
controlado la situación o, al menos, eso creíamos.
Estas imágenes muestran cómo el fuego
se detuvo antes de llegar a los cultivos, en algunas zonas y, también, el
efecto curioso de los campos calcinados bajo el Santuario, mientras el núcleo
urbano del mismo aparecía indemne.
Pero, al atardecer todo cambió y vimos
cómo las llamas alcanzaban al pinar. Una nueva tragedia para la que tampoco
encontramos explicación a la vista de lo sucedido por la mañana. Las
consecuencias no pueden ser más tristes pues, posiblemente, se ha perdido la
mayor parte de ese pinar. Tan pronto como sea posible, Enrique tiene previsto
recorrer todas las zonas afectadas por el incendio para ofrecernos una visión
completa de lo acaecido.
Mientras, nos deja estas bonitas fotos
de las aves que encontró en la Estanca, aparentemente ajenas a lo que estaba
ocurriendo en su entorno. Los expertos sabrán identificarlas.
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