Pedro Domínguez Barrios nos ha traído imágenes de las consecuencias del incendio en uno de los parajes emblemáticos de nuestra ciudad, el entorno de la ermita del Calvario y del Vía Crucis que asciende hasta ella.
Los pinos calcinados alrededor de este
importante monumento ofrecen una triste imagen que contrasta con la anterior a
la irrupción de las llamas que llegaron hasta las paredes de esta ermita que,
por su planta circular y otros detalles arquitectónicos, merece ser mucho más
conocida. A pesar de ello, los vándalos también han utilizado sus muros como
soporte para pintadas como la que, ahora mismo, captó la cámara de Pedro.
Esta es la secuencia de la situación en
la que ha quedado el pinar junto a cada una de las cruces. Todo arrasado y,
probablemente, irrecuperable. En la última el verdor que se aprecia corresponde
a unas carrascas. De ahí el que hayamos oído comentar que, de llevarse a cabo la
repoblación, se efectuaría con especies “autóctonas” como las encinas.
El pinar quemado había sido plantado
hacia 1924 y requirió un considerable esfuerzo que hizo necesaria la
construcción de un depósito de agua para regar los pequeños pinos hasta que
arraigaron. En cien años crecieron hasta alcanzar el porte que tenían ahora
que, en muchos lugares, no era excesivamente grande.
Si se opta por especies de crecimiento
mucho más lento, nuestra generación y la siguiente ya pueden despedirse de
volver a ver el Santuario reverdecido. Todo ello, si la acción de los elementos
no arrastra antes la capa de tierra fértil.
Mucho nos tememos que volvamos a ver la
Muela Alta tal como estaba a comienzos del siglo XX. Lo que ocurre que los grandes
árboles que había en torno a sus fuentes, paseos y plazas, también han desaparecido
en buena medida.
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