martes, 16 de agosto de 2022

Recordando nuestra visita a Pomer

 

         Cuando uno se desplaza a una localidad que no conoce, en la que los habitantes empadronados no superan los 25, espera encontrar un municipio al borde de su extinción y con las características propias de lo que se ha venido en llamar la “España despoblada”.

         Pero nada de eso nos ocurrió en Pomer donde lo que vimos fue algo muy diferente, a pesar de que, desde la lejanía, no sea posible captar una imagen demasiado representativa.



         Lo primero que nos llamó la atención fue la gran cantidad de gente que allí había y, por supuesto, la imposibilidad de aparcar dado el elevado número de coches que ocupaban hasta los últimos rincones del casco urbano. Tuvimos que llegar hasta el albergue, situado en las afueras, para poder hacerlo, casi de milagro.



         A lo lejos se veía uno de los elementos representativos de la arquitectura tradicional, la nevera. No llegamos hasta ella, pero pudimos constatar que sus características son similares a las de las casetas circulares con falsa bóveda de nuestra zona. La rodean las antiguas eras, en forma de bancales construidos con piedra seca. Caminando hacia el centro urbano pasamos por la fuente de la Auneba.




         Sorprenden las calles muy bien pavimentadas con cemento y pizarra, al igual que las vemos en Tabuenca. Llaman la atención también las casas que se levantan en muchos puntos de la población y el número de ellas que no se corresponde al de habitantes empadronados, lo que demuestra que hay muchas personas, oriundas de Pomer, que tienen allí su segunda residencia.





         En Pomer estaban en fiestas. Las celebran ahora en honor a la Virgen y San Roque. En la plaza, junto a la iglesia parroquial y al Ayuntamiento habían preparado mesas para disfrutar de una gran paella y, en el frontón, los más jóvenes (que eran muchos), vistiendo impolutas camisetas blancas se adentraban en las nubes de tintas de colores.


         El monumento más importante es la iglesia parroquial de San Jorge. Pudimos visitarla y a ella le dedicaremos mañana un artículo porque lo merece. Hoy ofrecemos otro, en torno a un lienzo que nos interesó especialmente por mencionar al que fuera señor de Pomer y primer conde de Argillo.







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