Cuando regresamos del cementerio, ya estaban todas las calabazas, que iban a participar en el concurso, alineadas bajo la fachada de la iglesia parroquial de San Miguel, cuya fachada va ser restaurada, al fin, próximamente.
Cada calabaza llevaba el número
correspondiente, con el fin de facilitar la votación del Jurado que lo tuvo muy
difícil, dado que pudimos admirar unos diseños realmente llamativos que
nuestras imágenes no pudieron captar plenamente, pero que constituían todo un
alarde imaginación.
Al final, conocimos la decisión del
Jurado que otorgó el primer premio a la gigantesca calabaza (había que
transportarla con carretilla) decorada como motivos de inspiración mexicana,
presentada por Candela Miguel. El segundo fue para otra muy bonita que presentó
Aitana que posó con su hermano gemelo. No menos interesante fue el diseño de la
calabaza que obtuvo el tercer premio, presentada por Martín Cruz.
Al margen de la calidad de las que
merecieron ese reconocimiento, en nuestra opinión es digno de ser resaltado el
esfuerzo de todos los que hacen posible el mantenimiento de esta bonita tradición.
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