En España hay dos monumentos, declarados Bien de Interés Cultural, con la denominación de “Casa de las Conchas”. Uno de ellos se encuentra en Salamanca y el otro en Borja.
Las razones para que sean conocidas con
ese nombre, son diferentes en uno y otro caso. La Casa de las Conchas de
Salamanca tiene sus fachadas decoradas con numerosas conchas de piedra,
mientras que, en Borja. la denominación alude a las conchas de hierro forjado
que había en su puerta, de las que se hicieron copias durante la reciente
restauración.
En Cambados (Pontevedra) se encuentra
la “Casa das Cunchas” (Casa de las Conchas), un edificio construido en el siglo
XIX que también tiene conchas de piedra en su fachada, aunque en menor número
que la de Salamanca y no nos consta que haya sido objeto de declaración
monumental expresa.
En Galicia, es frecuente recubrir
algunas fachadas y medianerías con conchas naturales, para protegerlas de las
inclemencias del tiempo. Pero, hay un monumento en el que está práctica dio lugar
a un resultado espectacular. Se trata de la ermita de San Caralampio en la isla
de la Toja que tiene sus fachadas completamente revestidas de conchas de vieiras,
por lo que también es conocida como la “capilla de las conchas”.
En Albuñuelas (Granada), la fértil
imaginación de su propietario convirtió su vivienda, al decorarla, por dentro y
por fuera, con conchas creando los más variados motivos, en un destino turístico.
En Montoro (Córdoba), Alaraz
(Salamanca), Rojales (Alicante) o Tazones (Asturias), son localidades en las
que también hemos encontrado “Casas de las Conchas”, con ese tipo de decoración que
recurre a diseños y formas de difícil catalogación.
Pero, este largo exordio viene motivado
porque Enrique Lacleta, en su recorrido por las calles de Peñíscola, encontró
esta “Casa de las Conchas” o “de les petxines”, que también constituye uno de
los atractivos de la localidad y que cuenta con una interesante historia, en
cierto modo asociada a Aragón.
La casa fue propiedad del matrimonio formado
por Timoteo Pau Beltrán y Justa Mir Soria; esta última natural de Maella
(Zaragoza). Residían en Hospitalet, y Justa fue una destacada militante de la
FAI, por lo que, al finalizar la contienda fue juzgada y condenada a muerte.
En la requisitoria, del juzgado militar de Barcelona, ante el
que compareció, se señala que tenía 24 años y era de profesión “mechera”, denominación
a quienes hurtaban al descuido en los comercios.
Entre los delitos de los que fue acusada figuraba el haber
combatido a las fuerzas del Ejército desde las barricadas instaladas en Hospitalet.
El haber colaborado el 21 de agosto de 1936 a la detención de Germán Albors
que, posteriormente, fue fusilado; y el haber intervenido en robos y saqueos verificados
en varias casas de personas conceptuadas de ideología derechista.
Después, como miliciana, marchó al frente junto a su marido,
que también fue detenido y encausado, aunque el procedimiento fue sobreseído, lo
cual es significativo.
Hay un dato referido a la detención de Justa que ha sido
repetido numerosas veces. Al ver que se llevaban a su madre, su hijo comenzó a
llorar y, para consolarlo, lo llamó diciendo “¡Lenin, ven, hijo mío!”. Uno de
los guardias al ver el nombre del niño, se indica que lo agarró y lo golpeó
brutalmente contra la pared.
El caso es que, Justa permaneció detenida a la espera de ser
ejecutada, hasta que por la mediación de su padre y a través de los contactos
que tenía, fue indultada.
Tras el amargo episodio de su detención
y condena, fueron a vivir a Peñíscola, localidad en la que había nacido Timoteo.
A pesar de las muchas dificultades económicas por las que atravesaron, adquirieron
un pequeño terreno, en la calle Farones, con el propósito de construir una
vivienda para el matrimonio y sus tres hijos, que ya se llamaban Agustín, Gloria
y Joaquín.
Peñíscola comenzaba a despertar con el
fenómeno turístico y Justa, dotada de una especial inteligencia, se percató de
ello y se convirtió en la primera guía turística de la localidad y, con las
ganancias que iba obteniendo, comenzaron a edificar la casa que decoraron con
conchas. Se las traían los pescadores, a cambio de tabaco, y en 1961 la casa estaba
acabada.
Enfrente de ella abrió la primera
tienda de recuerdos turísticos y su marido, aunque impedido para trabajar,
hemos visto que aparece como distribuidor de postales.
La Casa de las Conchas es, actualmente uno de los “monumentos” que más interés despierta y, en una publicación de D. Isidro Marimón, la hemos visto incluida entre el Patrimonio histórico-artístico de la localidad, en donde se reconoce al matrimonio Pau-Mir su condición de primeros impulsores del turismo local.
No hay comentarios:
Publicar un comentario