La desaparición del agua de la Estanca ha provocado la muerte de las carpas que allí vivían. Los restos de la que mostramos, de unos 50 centímetros de longitud, según nos informa Enrique Lacleta, viene a demostrar el tamaño que podían alcanzar.
Los cadáveres de muchas de ellas pueden
verse jalonando el lecho seco en el que fueron muriendo mientras las aguas se
retiraban.
Algunas pudieron refugiarse en las pequeñas
charcas que quedaron, donde todavía se pueden verse removiéndose, aunque poco a
poco han ido falleciendo.
Tan pronto como van muriendo, hasta sus
restos acuden ese conjunto de insectos necrófagos que constituyen todo un
espectáculo, a pesar de la repugnancia que pueden inspirar.
Hay también cangrejos muertos, pero se
aprecian también los agujeros excavados por otros en el lecho, para intentar
protegerse y sobrevivir.
Puede que los conejos tengan menos
problemas. Se ven sus deyecciones frescas en torno a los cados que excavaron en
los bordes de la Estanca.
Y mientras la vegetación revive a la
espera del retorno del agua, Enrique ha captado imágenes de otros insectos que
siguen deambulando por su entorno.
Saltamontes hembras y machos, mariposas
y hasta libélulas ha podido fotografiar en ese lugar donde, no hace mucho
tiempo, lo que abundaban eran las aves, que esperamos puedan volver pronto.
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