Entre los grabados de Buenaventura Salesa adquiridos por el Presidente del Centro de Estudios Borjanos, uno de los más bonitos es el que localizó en una anticuario francés, representando a Teseo con el Minotauro a sus pies.
Al
tratar de grabados debemos distinguir al artista que realizó el dibujo del
grabador que lo realizó. Salesa era pintor y excelente dibujante, siendo obra
suya el dibujo a partir del cual Rafael Morghen (1758-1833) imprimió este grabado.
Raffaello
Sanzio Morghen fue un destacado grabador napolitano que se había formado con
Giovanni Volpato y, entre su producción, suele destacarse la obra que estamos
comentando.
Lo que en ella se
reproduce es la escultura que Antonio Canova (1757-1822) realizó por encargo
del embajador de Venecia en Roma, Girolamo Zulian, en 1781.
Canova había nacido en Possagno, una pequeña localidad perteneciente a la república veneciana, donde destacó como escultor. Hacia 1789 se trasladó a Roma para completar su formación y el Teseo fue la primera obra que realizó allí, bajo la tutela de su embajador. Más que un encargo, fue una ayuda económica pues, cuando poco después, el embajador fue destinado a Constantinopla, devolvió la escultura a Canova que, inmediatamente, la vendió al conde Joseph von Tries, el Giuseppe de Tries al que se hace alusión en la parte inferior del grabado, en donde también aparecen sus armas. En la actualidad, esta hermosa escultura puede admirarse en el Victoria and Albert Museum de Londres.
El tema
representado es bien conocido en la Mitología. Teseo vence al Minotauro y puede
salir del laberinto, merced al hilo de Ariadna. Canova quiso representarlo en
el momento inmediatamente posterior a la lucha, con el héroe sentado sobre el
cadáver de aquel monstruo con cabeza de toro, llevando en la mano la clava con
el que le ha vencido.
En el
grabado aparece la frase latina: Sic
domito saevum prostravit corpore Theseus neqvicqvam vanis lactatem cornua
ventis. Corresponde al poema LIV del escritor romano Catulo, cuya
traducción es “así, domado su cuerpo, a aquel salvaje postró Teseo, que para
nada lanzaba a los vanos vientos sus cuernos”.
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