El 24 de noviembre de 1808 el general francés Maurice Mathieu concedió dos horas de saqueo en Borja, como represalia por la ayuda dispensada por los borjanos a las tropas españolas del Ejército del Centro, al mando del general Castaños, se habían retirado a nuestra ciudad tras las derrotas sufridas en Tudela, Cascante y Barcelona. Aquí les fueron suministrados víveres antes de que se retiraran ante la inminente llegada de los franceses.
Con ellos
marcharon algunas de las familias más distinguidas de la ciudad, aunque otras
personas optaron por quedarse como el mariscal retirado D. Eugenio Navarro de
Egui, el regidor perpetuo D. José Cuartero y Dª. María David, esposa de D.
Alberto San Gil que era hija del cónsul francés en La Coruña, los cuales se
convirtieron en protagonistas principales de los acaecimientos posteriores.
El saqueo, por tiempo
establecido de antemano, era un castigo habitual en los conflictos de la época
y el fijado por Maurice era relativamente corto, aunque ello entrañaba el grave
riesgo de que las tropas, con el fin de aprovecharlo al máximo actuaran con
violencia y precipitación. Así sucedió en Borja, con consecuencias como las
derivadas del asalto al convento de la Concepción donde una anciana religiosa
fue arrollada por las tropas, sufriendo lesiones que le ocasionaron la muerte,
lo que posteriormente dio lugar a una reparación por parte de las tropas de
ocupación polacas cuyo comandante regaló al convento un rico terno en
desagravio por esa muerte.
Pero las consecuencias
pudieron ser mayores ya que D. José Cuartero para impedir los desmanes salió a
la calle con su uniforme de miembro de la Real Maestranza de Ronda, siendo
capturado por los franceses que tenían la orden de fusilar a todo el que vistiera
un uniforme militar. Su esposa se dirigió inmediatamente al palacio de San Gil
donde se alojaba el general Maurice y con la intercesión de Dª. María David
pudo lograr que fuera puesto en libertad, haciendo ver que ese uniforme era el
de una corporación civil.
Además, el benemérito
mariscal de campo D. Eugenio Navarro de Egui, gran benefactor de Borja y hombre
al que los aragoneses habían elegido para hacerse cargo de la resistencia de
Zaragoza, lo que no aceptó debido a su avanzada edad, siendo reemplazado por
Palafox, no dudó en presentarse ante Maurice, vistiendo su uniforme militar
completo con todas sus condecoraciones, para afearle su conducta. “El emperador
no hubiera mandado a España a generales como V. E., si hubiera sabido que de
esa manera había de manchar el águila imperial, y yo le prometo que pondré en
conocimiento del mismo los desmanes que cometen los ejércitos imperiales en
pueblos indefensos”, le dijo. Las historias locales afirman que impresionado
por su arrogancia el general francés hizo cesar el saqueo, algo sumamente
improbable, pues en aquel momento ya habrían transcurrido las dos horas
concedidas. Pero lo cierto es que el mariscal pudo volver a su domicilio sin
ser sometido a ninguna represalia.
Las consecuencias de
aquel saqueo son difíciles de cuantificar, dado que se sobreestimaron, como
ocurrió en la colegiata, donde el cabildo registró pérdidas que luego hemos
podido constatar que no se produjeron y que las exacciones posteriores
impuestas por las partidas guerrilleras ocasionaron más daños que las
protagonizadas por los franceses. No debemos, sin embargo, minimizar la
gravedad de su actuación que afectó incluso a los conventos de clausura, como
hemos señalado. También entraron en el de Santa Clara, en el que una parte de
la comunidad se refugió en casa de los San Gil, ya que una religiosa pertenecía
a esa familia. Al hombre que les ayudaba le cortaron un brazo los soldados y en
el convento se hicieron con algunos objetos de gran valor, como una lámpara de
plata que había donado el obispo D. Francisco Sallent.
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