miércoles, 13 de noviembre de 2024

Salesa y el retrato de Antonio de Leyva

 

         Entre los grabados de Buenaventura Salesa, adquiridos por el Presidente del Centro de Estudios Borjanos, se encuentra el retrato de Antonio de Leyva que formó parte del primer cuaderno de la serie de retratos de Españoles Ilustres que, entre 1791 y 1819, salieron de la Calcografía Nacional, bajo el impulso del conde de Floridablanca y, posteriormente, del conde de Aranda y de Godoy.

         Aunque al pie del grabado se hace constar “Leonardo de Vinci lo pintó” y Bartolomé Vázquez lo grabó, la relación de esta obra con Salesa fue establecida por Javier Jordán de Urriés en un artículo publicado en la revista Goya, en 2012. Allí demostraba que fue él quien, por encargo del embajador en Roma José Nicolás de Azara, realizó el dibujo preparatorio que se envió a Madrid, a partir del supuesto retrato de Leiva que conservaba Azara. Urriés encontró el recibo del pago efectuado a Salesa por esta labor. Hay que recordar que nuestro paisano gozaba de la confianza del embajador Azara que le encomendó numerosos trabajos.


         No hemos localizado la supuesta obra original de Leonardo, que sirvió de base para el dibujo realizado por Salesa. El retrato más conocido es el que reproducimos de autor anónimo.

 

Respecto a D. Antonio de Leyva, incluimos a continuación la semblanza que del mismo realizó Antonio de Capmany para la obra en la que se recopilaron todos los grabados editados por la Calcografía Nacional:

         En una Villa de la Rioja llamada Leyva á dos leguas de la Ciudad de Santo Domingo de la Calzada, nació el célebre Antonio de Leyva, sacando ya desde la cuna los dotes y requisitos que califican un excelente General. Su padre fue D. Juan Martinez de Leyva, Señor de dicha Villa y su Estado, Capitán General de los Señores Reyes Católicos en el exército de Rosellon: y su madre Doña Constanza de Mendoza y Guzman; cuyas ilustres casas denotan lo esclarecido de su origen.

 El año de 1501 dió principio á sus servicios militares con una Compañía de Caballos contra los rebeldes Moriscos de la Alpujarra; y al año siguiente pasó al exército de Nápoles á participar de las glorias que alcanzaba su primo el Gran Capitán. Hallóse en la batalla de Rabena; y aunque de ella salió herido, pudo, animado de su aliento, ir á sosegar el alterado ánimo de Julio II, que estaba ya determinado á abandonar á Roma, y refugiarse á Venecia. Señalóse particularmente su valor en la de Rebec; y encerrado luego en las murallas de Pavía, luchando con los dolores de la gota y los rigores de la hambre, bastó su constancia á resistir los ataques del exército de Francisco I, adquiriéndole la defensa de esta plaza, y las muchas victorias que á ella se siguieron, la fama de uno de los mayores Capitanes de su siglo. Apoderóse en seguida de Milán, sin que bastasen á desalojarle los esfuerzos reunidos de tantas Potencias como formaron liga contra su poder, hasta que la suerte dispuso se entregase al Duque Francisco Esforcia; pero obligándole Leyva á que se expresase la clausula de succesion en las capitulaciones.

Mostró su pericia y prudencia quando acompañó al Emperador Cárlos V en la jornada de Viena contra Solimán año de 1529; y mucho mas quando en la Liga de 1533 fue elegido de común acuerdo por Generalísimo de las tropas. Condecoróle el César con el título de Lugarteniente suyo en Italia; y el Pontífice le presentó la rosa y estoque como á defensor de la Iglesia. Pero lo mas famoso fue quando al pasar muestra la Compañía de Leyva delante del Emperador, tomó este un mosquete, y mandó al Veedor ó Comisario pusiese en la relacion: Cárlos de Gante, Soldado de la Compañía del Señor Antonio de Leyva; en cuyo único caso se vió que adquirió mas gloria un Capitán con solo un recluta, que quantos celebra la fama con sus exércitos y poder. Finalmente arrojadas á viva fuerza las armas Francesas de la Lombardia y Monferrato, que intentaron recobrar lo perdido durante la jornada del Emperador en África, siguió el alcance Leyva hasta ponerse sobre los muros de Fosano en el Piamonte.

Entró con el exército en Francia, y agravada la dolencia de la gota, ya con las indecibles fatigas que le costaron sus victorias, ya también, como otros opinan, con los disgustos y pesares que la envidia le traxo, se rindió su natural, inmutable siempre en los mayores peligros, y acabó su vida á impulsos del sentimiento en los campos de Aix á los cincuenta y seis años de su edad. Fué Príncipe de Asculi, Marques de Átela, Conde de Monza, Grande de España, Comendador de Teste en la Orden de Santiago, y del Consejo de Estado y Guerra.

Su actividad y su talento en el trance de una batalla, no conocieron competidor, ni jamás tuvieron otro objeto que el interés y la gloria de su Rey. Su educación puramente militar, y su vida que pasó siempre entre los horrores de la guerra, daban cierta aspereza á su trato; á la qual no dexaban de agarrarse sus émulos para motejarle de cruel, y aun de impío. ¡Pero quién será el Héroe en quien la envidia no encuentre ligeros deslices ó defectos, que gradúe de faltas graves, quando aun las mismas virtudes sabe convertir en vicios?”.


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