Entre
las sorpresas que nos ha deparado la reciente expedición de los jóvenes
investigadores borjanos a la ciudad condal, de la que hemos venido informando,
destaca la vocación marítima que se despertó en ellos y que les condujo a
embarcar en un precioso buque, influidos quizás por el hecho de que arbolara
pabellón ruso.
Era el
Kruzenshtern, uno de los veleros más
grandes del mundo, que como su puede apreciar en la inscripción que figura en
su caña, llevó originalmente el nombre de Padua.
Con sus 114,40 metros de eslora, 14 de manga y 6,80 de calado, tiene un
desplazamiento de 3.064 toneladas. Aparejado de bricbarca, con sus cuatro
palos, fue botado en 1926 en Bremerhaven-Wesermünde. Era el cuarto de una serie
de clippers, encargados por el armador F. Laeisz que, con pabellón alemán
cubrían la ruta entre Europa y las costas americanas, transportando cargas
diversas y regresando con nitrato de Chile. Tras la II Guerra Mundial, fue
entregado a la Unión Soviética, pasando a formar parte de la Flota del Báltico.
Más
tarde fue rebautizado con su actual nombre, en homenaje al almirante de la
Armada Imperial Rusa Adam Johann von Kruzenshtern, que fue el primer marino de
esa nación que realizó una circunnavegación al globo, entre 1803 y 1806,
trescientos años después de que el primer viaje de estas características fuera
protagonizado por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián de Elcano que lo
culminó.
En
1965 pasó a depender del Ministerio de Pesquerías de la URSS, sirviendo de
buque escuela para los aspirantes a oficiales de flota pesquera soviética. En
1968, fue sometido a una importante remodelación, volviendo a navegar en 1972
ya con la característica imagen de su casco negro, con una franja blanca. En
1976, estuvo presente en las conmemoraciones del Bicentenario de los Estados
Unidos de América, donde coincidió con el B/E Juan Sebastián de Elcano, razón por la cual era perfectamente
conocido por algún otro marino borjano.
Eran tiempos diferentes, en los que el acceso a
bordo resultaba mucho más complicado y los jóvenes miembros de su dotación se
relacionaban con los que contemplaban el buque a través de la borda.
Ahora,
los miembros de la expedición borjana no han tenido problemas para contemplar sus
elegantes líneas y la belleza de sus instalaciones, que causaron admiración en
estos nuevos marinos.
Bien
es cierto que a la vista del pabellón que ondeaba en su popa, vinieran a su
mente recuerdos del pasado, a pesar de que probablemente ninguno de ellos
conocía que esa bandera la utilizaba por ser un buque mercante, dado que si
hubiera formado parte de la Armada de Unión Soviética hubiera lucido esta otra.
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