Recientemente
se ha puesto en contacto con nuestro Centro el Cronista de la ciudad de
Amatitlán (Guatemala), iniciando una relación que esperamos sea fructífera con
esa hermosa localidad de la que es natural D. César Augusto Gómez García,
Párroco de Borja y capellán del convento de Santa Clara.
Fundada
por Pedro de Alvarado, a comienzos del siglo XVI, recibió el nombre de San Juan
de Amatitlán y está situada a orillas del lago Amatitlán, palabra del idioma
náhualt que significa “rodeado de amates”. Según el diccionario de la Real
Academia Española el amate es un árbol de la familia de las moráceas, que
abunda en las regiones cálidas de México, y cuyo jugo lechoso se usa como
resolutivo. Como vemos también crece en otros lugares.
La
zona es de una gran belleza natural, aunque por la acción del hombre el lago ha
experimentado un serio deterioro en los últimos tiempos. Muy cerca se
encuentran los parques nacionales de “Las Ninfas” y “El Filón” que pueden
recorrerse por medio de un moderno teleférico con un trazado de 2,5 kilómetros.
Evangelizada
por los dominicos que establecieron allí una de sus “doctrinas” que comprendía
los poblados de Amatitlán, Petapa, Mixco y San Cristóbal, su centro espiritual
es la iglesia de San Juan, recientemente restaurada.
El 28
de agosto de 1835, Amatitlán recibió el título de ciudad y, en la actualidad,
cuenta con una población en torno a los 120.000 habitantes, entre los que se
incluyen a los moradores de las 14 aldeas que de ella dependen. El hecho de que
esté situada a poco más de 25 kilómetros de la capital de la República, Ciudad
de Guatemala, hace posible que muchas personas trabajen allí.
A
orillas del lago de encuentra el castillo de Dorión que, a pesar de su aspecto,
fue construido entre 1935 y 1938 por el empresario Carlos Dorión Nanne en un
terreno cedido por el general Jorge Ubico de cuya esposa era pariente.
Abandonado
desde hace años, sus estancias han servido de escenario para el rodaje de
algunas películas y está rodeado de leyendas y supuestos fenómenos
paranormales. Ahora, está siendo cuidado por las religiosas del monasterio
Ortodoxo de la Santísima Trinidad que intentan convertirlo en colonia infantil.
Una de
las más bonitas tradiciones de la ciudad es la relacionada con el culto al Niño
Dios, una milagrosa imagen del Santo Niño de Belén que fue encontrada a
comienzos del siglo XVII por unos indígenas, siendo venerada en la iglesia de
Pampichí hasta que, en 1883, fue trasladada a la iglesia de San Juan de
Amatitlán.
Con
ese motivo se instituyó una procesión en la que el Niño cruza el lago a bordo
de una embarcación hasta la llamada “silla de piedra”, en donde se le deposita
durante unas horas hasta que retorna al templo. Todo ello entre el fervor
popular y sobre alfombras de flores.
Pero,
como estamos en Semana Santa, no nos resistimos a publicar esta imagen de uno
de los pasos que desfilan en Amatitlán y que seguramente llamará la atención
por sus extraordinarias dimensiones.
Pero
se trata de una tradición guatemalteca, como puede apreciarse en estas fotografías
de otras localidades. No es de extrañar, por lo tanto, que a nuestro párroco
los pasos de Borja le resulten sumamente pequeños, por lo que tiene el proyecto
de construir uno más acorde con las dimensiones de los de su tierra, aunque por
las calles y plazas de nuestra ciudad no sabemos cómo se realizarán los giros
necesarios. Habrá que levantarlos por encima de los tejados. Todo es posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario