El embajador D. Manuel Gómez de Valenzuela nos ha enviado este
grabado de Borja, aunque estaba seguro de que lo conocíamos, como así era, dado
que de él se han hecho diversas reproducciones, entre ellas una de D. Federico
Bordejé Garcés que conservamos en nuestro archivo.
Apareció
en la obra que Bernardo Espinalt y García, publicó entre 1778 y 1795 con el
pomposo nombre de Atlante español ó
Descripción general Geográfica, Cronológica, é Histórica de España, por Reynos,
y Provincias: De sus ciudades, Villas, y Lugares más famosos: de su Población,
Rios, Montes, &c. Adornado de estampas finas, que demuestran las Vistas
perspectivas de todas las Ciudades: Trages propios de que usa cada Reyno, y
Blasones que les son peculiares. El volumen que nos ocupa apareció en 1779.
Cabe
señalar que el autor, aunque considerado geógrafo, era Oficial del Correo
General de Madrid y su obra mereció en su momento bastantes críticas por las
imprecisiones que contenía.
Pero
si el texto las merecía, muchos más errores contenían los grabados de las supuestas
vistas, dado que era fruto de la imaginación del grabador que las dibujó a
partir de las descripciones que se le remitieron, sin atenerse a la realidad,
ni en la visión de las respectivas ciudades ni en la ubicación de sus
monumentos más destacados.
El autor de las mismas fue Juan Fernando Palomino y de
Oropesa (Madrid, ¿?-Madrid, 1793), hijo de Juan Bernabé Palomino, aunque sus
trabajos fueron de menor calidad que los de su padre que nos dejó las conocidas
vistas del monasterio de Veruela, entre otras obras.
Pero, admitiendo que esta “Vista meridional del ciudad de
Borja” es puramente imaginaria, conviene destacar algunos aspectos. Porque
Palomino para trazarla se ajustó a la relación de monumentos que le hizo llegar
Espinalt y, entre ellos, hay dos que llaman la atención. Uno de ellos es el que
lleva el número 8, al que denominan “La Torre”. El otro, con el número 16, es “La
Abadía”.
Respecto al topónimo “La Torre” no se ha conservado pero, en
nuestra opinión, puede corresponder a lo que conocemos como “El Palacio”,
situado en el barrio de Sayón. Como pudimos demostrar hace tiempo, fue mandado
construir por los condes de Castelflorit como lugar de esparcimiento. Sus
características arquitectónicas son similares a las de la Casa de las Conchas,
que era su residencia. En él destaca la hermosa logia, ahora tabicada. Es lógico
suponer que, en aquella época, se le diera la denominación de “Torre” que es la
utilizada en esta zona para referirse a las fincas de recreo situadas en los
alrededores de las poblaciones.
Respecto a “La Abadía”, su recuerdo permanece en el
callejero borjano, dando nombre a la vía en la que se ubicaba. Allí existió un
edificio, perfectamente documentado en el que se reunían los diezmos, uno de
los impuestos eclesiásticos. El otro era la “primicia” cuyo almacén se
localizaba frente al pórtico de Santa María, probablemente en los bajos del
famoso torreón que sigue siendo uno de los ejemplos mejor conservados de
arquitectura civil de época románica.
Aunque no conocemos la ubicación exacta de la abadía, cabe
la posibilidad de que fuera este edificio que siempre nos ha llamado la
atención. Su mantenimiento, hasta el siglo XIX corría a cargo de la colegiata y
del cabildo de la catedral de Tarazona porque hay un dato frecuentemente
olvidado y es el de que los diezmos de Borja iban destinados, en su mayor
parte, a la ciudad del Quéiles desde los tiempos de la Reconquista. Las
estrecheces económicas que siempre afligieron al cabildo de la colegiata se
derivaban, en buena medida, de esa curiosa circunstancia.
Quede pues constancia de que incluso un grabado mal trazado
puede aportar datos interesantes si es analizado con cuidado.
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