domingo, 31 de mayo de 2020

Sobre un grabado de Borja


         El embajador D. Manuel Gómez de Valenzuela nos ha enviado este grabado de Borja, aunque estaba seguro de que lo conocíamos, como así era, dado que de él se han hecho diversas reproducciones, entre ellas una de D. Federico Bordejé Garcés que conservamos en nuestro archivo.




Apareció en la obra que Bernardo Espinalt y García, publicó entre 1778 y 1795 con el pomposo nombre de Atlante español ó Descripción general Geográfica, Cronológica, é Histórica de España, por Reynos, y Provincias: De sus ciudades, Villas, y Lugares más famosos: de su Población, Rios, Montes, &c. Adornado de estampas finas, que demuestran las Vistas perspectivas de todas las Ciudades: Trages propios de que usa cada Reyno, y Blasones que les son peculiares. El volumen que nos ocupa apareció en 1779.
Cabe señalar que el autor, aunque considerado geógrafo, era Oficial del Correo General de Madrid y su obra mereció en su momento bastantes críticas por las imprecisiones que contenía.
Pero si el texto las merecía, muchos más errores contenían los grabados de las supuestas vistas, dado que era fruto de la imaginación del grabador que las dibujó a partir de las descripciones que se le remitieron, sin atenerse a la realidad, ni en la visión de las respectivas ciudades ni en la ubicación de sus monumentos más destacados.

         El autor de las mismas fue Juan Fernando Palomino y de Oropesa (Madrid, ¿?-Madrid, 1793), hijo de Juan Bernabé Palomino, aunque sus trabajos fueron de menor calidad que los de su padre que nos dejó las conocidas vistas del monasterio de Veruela, entre otras obras.



         Pero, admitiendo que esta “Vista meridional del ciudad de Borja” es puramente imaginaria, conviene destacar algunos aspectos. Porque Palomino para trazarla se ajustó a la relación de monumentos que le hizo llegar Espinalt y, entre ellos, hay dos que llaman la atención. Uno de ellos es el que lleva el número 8, al que denominan “La Torre”. El otro, con el número 16, es “La Abadía”.



         Respecto al topónimo “La Torre” no se ha conservado pero, en nuestra opinión, puede corresponder a lo que conocemos como “El Palacio”, situado en el barrio de Sayón. Como pudimos demostrar hace tiempo, fue mandado construir por los condes de Castelflorit como lugar de esparcimiento. Sus características arquitectónicas son similares a las de la Casa de las Conchas, que era su residencia. En él destaca la hermosa logia, ahora tabicada. Es lógico suponer que, en aquella época, se le diera la denominación de “Torre” que es la utilizada en esta zona para referirse a las fincas de recreo situadas en los alrededores de las poblaciones.



         Respecto a “La Abadía”, su recuerdo permanece en el callejero borjano, dando nombre a la vía en la que se ubicaba. Allí existió un edificio, perfectamente documentado en el que se reunían los diezmos, uno de los impuestos eclesiásticos. El otro era la “primicia” cuyo almacén se localizaba frente al pórtico de Santa María, probablemente en los bajos del famoso torreón que sigue siendo uno de los ejemplos mejor conservados de arquitectura civil de época románica.




         Aunque no conocemos la ubicación exacta de la abadía, cabe la posibilidad de que fuera este edificio que siempre nos ha llamado la atención. Su mantenimiento, hasta el siglo XIX corría a cargo de la colegiata y del cabildo de la catedral de Tarazona porque hay un dato frecuentemente olvidado y es el de que los diezmos de Borja iban destinados, en su mayor parte, a la ciudad del Quéiles desde los tiempos de la Reconquista. Las estrecheces económicas que siempre afligieron al cabildo de la colegiata se derivaban, en buena medida, de esa curiosa circunstancia.
         Quede pues constancia de que incluso un grabado mal trazado puede aportar datos interesantes si es analizado con cuidado.

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