D. Juan Manuel Serrano Lacaba nos ha enviado imágenes de
distintos árboles que crecen en el Moncayo, con el fin de “aliviarnos” en estos
días de confinamiento en los que todavía persisten las limitaciones para
desplazarnos.
Hoy nos habla de los “falsos abetos”, entre ellos el que era
denominado “abeto rojo”, aunque en realidad no lo es, pues no pertenece al
género Abies, sino que es una conífera
de la familia de las pináceas: la Picea
abies o pícea común, también llamada pícea de Noruega o pícea europea. Es,
por lo tanto, un falso abeto.
Su hábitat natural está en los Alpes y en el norte de
Europa, aunque también crece en otros países europeos. En muchos lugares es el “árbol
de Navidad” por excelencia y con su madera de fabricaron los famosos violines
Stradivarius.
En el Moncayo se introdujo hace décadas, con ocasión de las
repoblaciones efectuadas con especies foráneas. Allí se ha asilvestrado y es
relativamente abundante en el sendero hacia el circo de San Miguel y también en
el que va al collado Bellido. Junto al santuario de la Virgen hay dos muy
curiosos, con tronco doble.
Otro árbol utilizado en la repoblación fue el llamado “Abeto de Douglas”
que, en realidad, es otra conífera del género Pseudotsuga, el Pseudotsuga
menziesii, que también es conocido como douglasia
verde, falsa tsuga verde de las
Rocosas o pino de Oregón.
Originario de Norteamérica, se le puede encontrar desde el
sur de Canadá hasta la zona central de California, en los Estados Unidos. Después
de las secuoyas, es la conífera más alta del mundo, siendo habituales los ejemplares
de 70 metros con un tronco de unos dos metros, aunque no faltan los que superan
los 100 metros y se ha documentado la existencia de uno que superó los 120. De
dilatada vida que puede llegar a alcanzar los mil años, su madera es muy
apreciada.
En el Moncayo se plantaron en el hayedo y en el robledal.
Hay unos muy altos en el inicio del sendero al hayedo de Peña Roya, junto al
aparcamiento. También hay al lado de la fuente del Sacristán y en la carretera,
desde el inicio del desvío a Litago hasta el barranco Pedrogal o Pedregal.
Se
ha asilvestrado demasiado bien, y en los tres sitios se ven numerosos “abetitos”
invadiendo poco a poco el hayedo puro y el robledal. Hay ejemplares de tamaño
ya considerable. Si el cierzo no los tira, es probable que alcancen una altura
considerable pues ya sobrepasan a las hayas y robles más altos.
Con el fin de favorecer su identificación que, por otra
parte, es fácil, Juan Manuel nos ha remitido también esta imagen de las piñas
correspondientes a cada especie, muy distintas entre sí.
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