Una de las mayores catástrofes acaecidas en Europa fue el
Gran Terremoto de Lisboa de 1755. No fue el primer seísmo de gran magnitud que
había sufrido la capital portuguesa, dado que, en 1531, ya se había visto
sacudida por una serie de ellos que provocaron la muerte de unas 30.000
personas.
Pero el de 1755 superó con creces esas cifras, dado que de
los 275.000 habitantes que tenía la ciudad en esos momentos fallecieron
alrededor de 90.000.
El terremoto comenzó en torno a las diez menos diez de la
mañana del 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, y aunque su duración
fue de unos cinco minutos sus devastadores efectos se vieron acrecentados por
el hecho de que, en esos momentos, muchas personas asistían en todas las
iglesias de la ciudad a la celebración eucarística propia del día. Los templos
se derrumbaron sepultando entre los escombros a los fieles.
Los supervivientes huyeron despavoridos hacia la zona baja
de Lisboa, contemplando con horror como el cauce del río se secaba para,
inmediatamente después, ser engullidos por un maremoto al que vino a sumarse el
incendio provocado por las velas que ardían en iglesias y casas.
Todos los templos y edificios relevantes, como el del Teatro
Real, al que corresponde la última imagen, quedaron en el estado que muestran
estos grabados.
Para quienes visitan actualmente Lisboa, las ruina del
convento do Carmo siguen siendo un elocuente testimonio de aquella tragedia, a
pesar de que la reconstrucción de la ciudad se acometió inmediatamente.
El artífice de la misma fue D. Sebastião José de Carvalho e
Melo, futuro marqués de Pombal que, junto con el monarca José I, se había
salvado de los efectos de la tragedia debido a que habían salido a pasar el día
a la afueras de la ciudad.
El antiguo Palacio
Real, a orillas del Tajo, quedó destruido y se cuenta que el rey decidió residir
en un campamento instalado en el lugar donde se construyó el actual Palacio de
Ajuda.
La ciudad actual de Lisboa surgió como consecuencia del
esfuerzo reconstructor del marqués de Pombal que, rodeado de los mejores
arquitectos e ingenieros del momento, trazó la planta de una nueva estructura
urbana, dotada de amplias avenidas y edificios capaces de resistir movimientos
sísmicos. Su estatua ecuestre preside la espectacular Plaça do Comércio.
Pero el terremoto de Lisboa afectó también a muchas ciudades
españolas, en función de su distancia con el epicentro. Donde mayores daños ocasionó
fue en las costas andaluzas, tanto por el propio seísmo como por el maremoto que
le acompañó. En Ayamonte murieron 1.000 personas y en Lepe unas 400. Se estima
en unas 5.000 las víctimas provocadas en Andalucía, así como cuantiosos daños
materiales. Sólo en Sevilla resultaron afectados 5.000 edificios y otros 300 se
derrumbaron.
En 2001, el Ministerio de Fomento publicó una obra de gran
interés, Los efectos en España del
terremoto de Lisboa, de la que es autor D. José Manuel Martínez Solares. En
ella se analizan los datos aportados por la encuesta ordenada por Fernando VI
para conocer las consecuencias que había tenido en todas las ciudades
españolas.
En ella hemos encontrado la respuesta del Corregidor de Borja
D. Francisco Ruiz Albornoz que había tomado posesión del cargo el 22 de octubre
de 1753 y lo desempeñó hasta el 24 de diciembre de 1756.
En un comunicado de 16 de noviembre de 1755, el citado
corregidor informaba que el terremoto se había sentido en Borja hacia las diez
y media de la mañana, “conmoviéndose” los edificios, especialmente la colegiata
de Santa María, en la que había numerosas personas asistiendo a misa. Desde lo
alto de la nave cayeron sobre ellas “bastantes tierras” pero no hubo desgracias
personales pero su estructura no se vio afectada.
Respecto a otras señales, afirmaba que el agua de algunos
manantiales “salió turbada y como de color rubicundo”. Lo mismo ocurrió en
otros municipios del corregimiento y en la ciudad de Tarazona la fuente de San
Juan dejó de manar agua durante el terremoto.
El hacer referencia a este acontecimiento responde al hecho
de que, en los últimos tiempos, han sido varios los especialistas que han
avisado acerca de la posibilidad de que, en cualquier momento, puede
desencadenarse una catástrofe similar, debido a la especial configuración
tectónica de las zona próxima a la península ibérica. A ello dedicaremos un
próximo artículo.
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