La actual Hermandad de Ntra. Sra. de la Peana en Zaragoza
inició su andadura en 1950, cuando un grupo de miembros de la colonia borjana
en la capital aragonesa, decidieron celebrar la fiesta de nuestra Patrona en la
iglesia del convento del Carmen, del que era prior el P. Hilarión María Sánchez
Carracedo, que se convirtió en el primer consiliario de la misma.
Cuando esa iglesia fue derribada, trasladaron su sede
canónica a la iglesia de San Miguel de los Navarros, de la que era párroco D.
Luis Doñate, una persona muy vinculada a nuestra ciudad. Desde allí pasó a su
sede actual en la iglesia de San Nicolás de Bari del convento de Canonesas del
Santo Sepulcro.
Pero ahora, el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández acaba de
encontrar una serie de testimonios, en forma de crónicas periodísticas, que
vienen a poner de manifiesto un precedente mucho más antiguo del culto
dispensado a la Virgen por los borjanos residentes en Zaragoza.
Fue en mayo de 1897, cuando sólo habían transcurrido ocho
años del I Centenario, siendo la primera vez en la que se celebró su fiesta,
eligiendo como templo a la iglesia de Santiago.
Con ese motivo llevaron a Zaragoza el lienzo pintado por D.
Baltasar González para el Sindicato de Riegos de Borja, el cual ahora se
muestra en el patio del Museo de la Colegiata.
Fue colocado en el lado del Evangelio del altar mayor de la
citada iglesia de Santiago, el cual estaba “adornado con mucho gusto” y todo el
templo “lleno de flores”.
En sitiales de honor se encontraban D. Alfredo de Ojeda
Perpiñán y D. Benito Girauta Pérez. El primero de ellos era, en esos momentos,
Presidente de la Excma. Diputación Provincial y Diputado por el distrito de
Borja. Más tarde, fue elegido Alcalde de Zaragoza.
Quien estaba al frente de la Alcaldía en 1897 era D. Benito
Girauta Pérez, nacido en Talamantes en 1842 pero casado en Borja, donde
nacieron sus hijos. Fue un destacado abogado y miembro del Partido Progresista
en cuyas listas fue elegido Diputado a Cortes, en 1873, por la circunscripción
de Tarazona. Por cierto, falleció al año siguiente cuando acababa de ser
nombrado Gobernador Civil de La Habana.
Junto con ellos, concurrieron al acto muchos miembros de la
colonia, destacando las crónicas la presencia de las Srtas. Ojeda, Navascués y
Aísa que tomaron asiento en la mesa petitoria.
La celebración fue presidida por D. José María Pra, miembro
y maestrescuela del cabildo metropolitano, desarrollando la oración sagrada el
P. José Godos de las Escuelas Pías.
Un coro de voces aragonesas, reforzado por la capilla del
Pilar, interpretó la “grandiosa misa” del maestro Lozano; el gradual del
maestro Lorente; una sinfonía “instrumentada del organista Sr. Belsué” y, al
final, la “hermosa Salve del mismo Lorente”.
El “maestro Lozano” era seguramente D. Antonio Lozano
González, maestro de capilla de El Pilar entre 1883 y 1908, mientras que el “maestro
Lorente” puede corresponder al conocido músico Andrés Lorente (1624-1703).
De lo que no cabe duda es que el organista que se menciona
era el borjano D. Babil Belsué Chueca (1864-1928) que había desempeñado los
cargos de Maestro de Capilla en las catedrales de Tortosa y El Burgo de Osma
hasta que, en 1893, obtuvo la plaza de segundo organista de la Seo zaragozana. Tuvo
dos hermanos, también sacerdotes, D. Luis y D. Severino, este último coadjutor
de la parroquia de Santa María de Borja durante muchos años.
Respecto al encargado del sermón, el escolapio P. José Godos
(1868-1918) nos hemos interesado por conocer algunos datos de su biografía.
Nacido en Peralta, cursó la carrera sacerdotal en Zaragoza, donde profesó. Tras
una estancia en Francia, regresó a la capital aragonesa en 1877, donde enseñó
francés. Marchó luego a Barbastro y, en 1893, fue de nuevo destinado a
Zaragoza, como secretario y consultor provincial. Durante esta etapa afianzó su
fama de predicador, desempeñando ese cometido en numerosas ocasiones, entre
ellas la que estamos comentando. Al final de su vida, padeciendo una parálisis
progresiva volvió a Barbastro donde murió y donde tiene dedicada una calle.
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