domingo, 3 de mayo de 2020

La puerta cerrada


         Ayer, el Prof. de la Universidad Autónoma de Barcelona D. Iván Aybar publicó en Heraldo de Aragón, un artículo de opinión, titulado “Ramadán, misas y mascarillas”, en el que llamaba la atención sobre la situación planteada por el cierre de los lugares de culto, algo que no se incluyó en el Real Decreto 463/2020 por el que se regulaba el estado de alarma, donde únicamente se establecían unas normas de seguridad, respecto a la distancia a mantener durante las celebraciones públicas.

         Tras hacer referencia a recientes intervenciones policiales, concluía afirmando que “no se presente como obligación (prohibición) aquello que únicamente cabe plantear, en su caso, como recomendación. Puede que, para mucho, los ritos religiosos comunitarios no sean una actividad esencial, ni con mascarilla. Pero resulta que, en el negro sobre blanco de la ley, configuran un derecho fundamental cuyo ejercicio no se puede suspender”.




         Si bien es cierto que, en nuestro caso, la orden de cierre de los templos, más allá de las celebraciones comunitarias, ha procedido del Sr. Obispo, como indica una nota fijada en la puerta de la colegiata, lo cierto es que, como hemos sabido, la Subdelegación del Gobierno ha prohibido la asistencia a una representación de la corporación municipal, a la Misa que hoy celebrará nuestro párroco ante el altar de la Virgen, a pesar de que se trataba de una presencia simbólica con total respeto a las medidas de seguridad exigidas.





         Quizás, con imaginación, se podían haber arbitrado algún procedimiento para que, sin entrar en el templo, los borjanos pudieran ver a su Patrona y si no es posible, podríamos tomar ejemplo de esa persona anónima que ayer, fijó en la puerta del pórtico una cariñosa felicitación a la Virgen, acompañada de una flor. Si en otras ocasiones, con motivo de tragedias recientes, han podido verse imágenes de flores acumuladas en los lugares donde acaecieron, tal vez podríamos hacer lo mismo, en honor a Ella. Poco antes de las ocho de la mañana, hemos podido comprobar que, en la puerta, había ya varias macetas y ramos de flores. No era, por lo tanto, un idea disparatada.

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