martes, 25 de mayo de 2021

El pavimento de la plaza de España

 

         La actual plaza de España de Borja ha recibido anteriormente los nombres de plaza de la Constitución y plaza de la República (durante el corto período de la II República), pero popularmente siempre fue conocida como el “Campo del Toro”.

         A pesar de estar presidida por la Casa Consistorial y ubicarse en ella otros edificios públicos, en determinados momentos, como los juzgados, la oficina de Correos y Telégrafos o el Pósito municipal, nunca estuvo pavimentada, a diferencia de la mayor parte del casco urbano que estuvo empedrado.


         Se cambió la iluminación, se plantaron y talaron árboles pero tan sólo una acera perimetral o la que rodeaba la fuente del centro fueron los únicos espacios pavimentados hasta fecha tan avanzada como la que refleja esta postal en la que ya aparece el edificio de Ibercaja.


         Fue el Alcalde D. Jesús Pellicer Bernal quien, en 1954, urbanizó la plaza dotándole de ese óvalo central, nuevas farolas y árboles. Destacaban en el pavimento esos motivos florales de un color rojo muy vivo inicialmente. En torno a las farolas fueron proyectadas inicialmente unas jardineras que pronto fueron transformadas en banco. En general, la reforma causó una gran impresión en aquel momento y fue muy favorablemente acogida. El tiempo y la presión de la circulación coches terminaron por desvirtuarla, convirtiéndola en un aparcamiento que hacía imposible la visión del conjunto y el disfrute de un espacio tan céntrico.



         En 1981, siendo Alcalde D. Luis María Garriga Ortiz se acometió la completa reestructuración de la plaza, de acuerdo al proyecto elaborado por el entonces arquitecto municipal D. Carlos Bressel Echeverría.



         El resultado fue el que todos conocemos: una plataforma en cuyo pavimento parece reflejarse la fachada de la Casa Consistorial con sus arcos de la planta superior y el campanil, desde el que, a través de unos escalones se desciende al espacio central de la fuente, cerrado en la parte posterior por unas gradas, a manera de auditorio. En torno a todo ello una amplia calzada adoquinada.

         Cerrada al tráfico y con las terrazas de los bares existentes en ella, la fisionomía de la plaza ha experimentado un cambio radical convirtiéndose en espacio de convivencia y lugar de encuentro. En alguna ocasión se ha planteado la posibilidad de una nueva remodelación encaminada a eliminar los escalones delanteros y las gradas del fondo, despejando el espacio para facilitar concentraciones multitudinarias.

         No lo creemos necesario. El “anfiteatro” posterior permite sentarse y dota de cierta intimidad a las terrazas posteriores. Todo ello, además, responde a un diseño intencionado y, en caso de ser reemplazado, no puede hacerse de manera improvisada sino con un diseño elaborado por especialistas adecuado a las diferentes funciones que desempeña la plaza. Cuando hay dudas u opiniones discrepantes lo mejor es dejar las cosas como están, salvo causas imperiosas o muy graves.






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