domingo, 23 de mayo de 2021

Otras facturas de nuestra colección

 

         En ocasiones anteriores ya hemos mostrado algunos de los impresos de establecimientos comerciales borjanos del pasado. Hoy queremos hacerlo con otros que también hemos ido recopilando. Entre ellos los de grandes comercios como el de Martínez que estaba en la actual calle Goya.


         O el de Juan Gracia que estaba en la plaza de Santo Domingo y llegó a convertirse en uno de los más importantes, a pesar de lo cual nunca se caracterizó por utilizar impresos demasiado elaborados. Este es el comercio que llegó hasta nuestros días teniendo como titular a Pascual Aznar que se anunciaba como “Sucesor de Juan Gracia”.


         Ventura Martínez distribuía “calzado de lujo” que podía fabricar a la medida. No estamos seguros pero su establecimiento creemos que estaba en la calle Nueva.



         Ya no existe ninguna sastrería en Borja, aunque se hagan arreglos e, incluso, contemos con una diseñadora de moda muy reconocida. Pero hubo un tiempo en el que había más de una, tanto masculinas como femeninas. Disponemos de impresos de la sastrería de Gregorio Bonel y de la modista Jesús Foncillas Carranza (pensamos que Jesús se usa también como nombre femenino).


         Y lo mismo sucedía con las guarnicionerías que eran varias y muy acreditadas. Este impreso es de la de José Navarro y todos recordamos la última que existió en la plaza de España que, cuando se jubiló su propietario, seguía siendo lugar de encuentro y reunión.




         Entre los mayoristas o comisionistas tenemos a Fructuoso Arilla, a Juan Cruz Alda que hacía referencia a la fábrica de harinas “sistema DAVERIO”. Se trataba de un procedimiento patentado por Daverio Henrici y Cía de Zurich en el que los cilindros de molturación eran movidos por energía eléctrica en lugar de hidráulica, con resultados mucho mejores. El tercer impreso es de Félix Giménez que, además, de su negocio de compra venta, dispuso de uno de los primeros taxis de Borja y de un camión.



         Terminamos con otro empresario destacado, Miguel Andía, que además de ser comisionista de trigos, una parte importante de su negocio era el de venta de barbados o estaquillas de vides americanas. A ellas hubo que recurrir cuando la filoxera acabó con las autóctonas, debido a que las procedentes de aquel continente no sucumbían a la plaga.








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