viernes, 21 de mayo de 2021

Imágenes de Veruela antes y después

         Dentro del proceso de catalogación de nuestro fondo de fotografías en el que ayer alcanzamos ya las 110.000 imágenes, vamos reencontrándonos con algunas como las que hoy mostramos de Veruela. Imágenes antiguas pero de cierta calidad, dado que formaban parte de una serie de vistas estereoscópicas que adquirimos hace algún tiempo.

         En una de ellas podemos el refectorio del monasterio cuando era utilizado durante la permanencia de la Compañía de Jesús en el viejo cenobio cisterciense. Llegamos a comer allí, en esas mesas alargadas con bancos adosados a la pared y otros delante de las mesas, bastante incómodos. Se comía en silencio escuchando las lecturas espirituales, a cargo de un novicio, desde el púlpito situado cerca de la cabecera (la foto muestra el acceso desde el claustro).

         Lo que caracterizaba aquel espacio, un tanto lóbrego, era la hermosa bóveda de crucería estrellada y ese arrimadero de baldosas blancas que cubrían hasta una cierta altura sus paredes.


         Sobre ellas corría una greca de azulejos de vivos colores que los expertos que habían estudiado el monumento consideraban que procedían de los talleres de Muel. Los hallazgos arqueológicos realizados durante la restauración del palacio de Bulbuente, propiedad de los abades verolenses, han permitido conocer la existencia de un alfar en ese lugar, donde se realizaron esos y otros azulejos del monasterio.



         De todo ello sólo queda el recuerdo y esas antiguas fotografías ya que, durante la restauración se decidió eliminarlo, dejando la piedra de las paredes al descubierto, de acuerdo con esa afición al “pedregalismo” que se ha impuesto en muchas rehabilitaciones y que tanto gusta al público actual, a pesar de que, probablemente, los monumentos nunca tuvieron ese aspecto y, en el caso del refectorio de Veruela, desde la reforma del abad Lope Marco en el siglo XVI debió quedar enlucido al igual que la bóveda.


         A esa serie pertenece también esta imagen de la cúpula con linterna que cubre la gran escalera del monasterio y que muchas personas ya no conocen, dado que no se puede acceder a ella desde que dieron comienzo las interminables obras de transformación en Parador Nacional de Turismo.

         Nosotros recordamos cuando las enseñábamos en las visitas guiadas que organizaba la Institución “Fernando el Católico” dentro de aquella iniciativa que se llamaba “Conozca Ud. su provincia”. Entonces no había guías en el monasterio y había encargados más amables y prudente que aquel atrabiliario personaje que, con malos modos, nos expulsó cuando explicábamos el monumento a otro grupo años después.


         Mucho nos tememos que la cúpula seguirá siendo desconocida para nuestras gentes, dado que va a quedar dentro del recinto del parador y, por lo tanto, al alcance sólo de los que allí se alojen. Puede que, en principio, haya cierta tolerancia, pero no conviene hacerse ilusiones, pues también recordamos el intento de expulsión que sufrimos en el Hostal de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela por parte de un celoso empleado que ignoraba que nos alojábamos allí.

         Quizás de podrá ver el calefactorio porque, al parecer, se instalará allí la cafetería del parador, triste final para tan bella estancia, y por el momento el acceso a las cafeterías de los paradores está permitido a las personas que no están alojadas en ellos.




         Hemos sabido, no obstante, que no van a prohibir la visión desde fuera del monasterio lo cual es un consuelo, como también el que podremos visitar la iglesia y el claustro, junto con la sala capitular. Pero, si a ello añadimos la cilla, el refectorio y otras dependencias menores, a las que se accede desde el claustro, el resto del monasterio quedará fuera del alcance del gran público, como ya ocurre. Lejos quedan los tiempos en los que se podían ver el antiguo dormitorio, la que llamaban “celda de Bécquer” con su pequeño “museo” (ahora recompuesto en la cilla) y hasta la biblioteca con su llamativo artesonado.

         Se nos tildará de pesimistas o muy negativos, pero no cabe duda que esa capacidad de atracción del futuro parador hacia ingentes masas de “turistas” y su conversión en elemento catalizador de la economía de la zona, tiene como contrapartida ciertos “sacrificios” por parte de los habitantes de su entorno y los visitantes “habituales”.  Éstos son ya una realidad, lo de las masas de turistas está por ver... Ojalá se inaugure por fin y podamos constatarlo.






 

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