Esta es la postal incluida en la serie “Castillos de España” en la que aparece el castillo de Jadraque (Guadalajara), ubicado sobre un cerro, elogiado por D. José Ortega y Gasset, desde el que se domina el valle del río Henares.
El
castillo fue construido sobre las ruinas de uno anterior por el cardenal
Mendoza, con las características propias de la segunda mitad del siglo XV,
cuando por encima de sus funciones militares primaban las de una residencia
palaciega de representación.
Se
le conoce también con el apelativo de “castillo del Cid”, ya que, tras la
muerte del cardenal fue heredado por su hijo D. Rodrigo Díaz de Vivar y
Mendoza, creado primer conde del Cid.
Sin
embargo, algunos han querido identificar este castillo con el que, con el
nombre de Castejón, que estaba sobre el Henares, aparece en el Cantar de Mío Cid y así lo recuerda una
placa allí instalada.
El
primer conde del Cid estuvo casado dos veces y de su segunda esposa Dª. María
de Mendoza tuvo dos hijas. La segunda (María de Mendoza) contrajo matrimonio
con el primogénito del duque del Infantado, pasando el castillo a formar parte
del patrimonio de esta casa.
Fue
arruinándose poco a poco, hasta quedar convertido en poco más que un montón de
ruina, hasta que en 1899, fue adquirido por el Ayuntamiento de Jadraque.
Desde
ese momento, se intentó evitar que el castillo se perdiera definitivamente,
pero no fue hasta 1959, cuando el Ayuntamiento con la contribución económica y
personal de los vecinos acometió la consolidación de los muros. Poco se pudo hacer,
debido a los escasos recursos disponibles y hasta la falta de materiales.
En
1963, la Dirección General de Bellas Artes aprobó el proyecto presentado por
los arquitectos D. José María Rodríguez Cano y D. José Manuel González
Valcárcel por un importe ligeramente superior a las 100.000 pesetas para la
realización de obras de conservación urgentes, consistentes en la retirada de
escombros en la zona de la puerta de acceso, zanjas de cimentación y recrecimiento de los muros de sillarejo.
Pero
fue en 2002, cuando se consiguió la inclusión de la restauración del castillo
en los proyectos incluidos en el 1 % cultural que, en varias fases, supuso una
inversión de cerca de seis millones de Euros.
Las
obras dieron lugar a numerosos problemas, dado que en el transcurso de las
mismas se derrumbó uno de los torreones (ya restaurado), lo que se tradujo en
el procesamiento del arquitecto director de los trabajos y del aparejador.
Pero
no fue el único problema, ya que los restos del patio renacentista que existía
en la zona residencial de la fortaleza fueron llevados a León para su
restauración y no fueron devueltos, al alegar la empresa encargada de los
trabajos que no se le habían pagado, dando origen a un contencioso para
dilucidar si el abono correspondía al Ayuntamiento o a la empresa a la que se
habían adjudicado las obras de rehabilitación del castillo.
En
estos momentos, el castillo es como una gran carcasa vacía en su interior,
dividido en dos grandes espacios rectangulares, separados por un gran muro.
Se
puede visitar el interior donde, en ocasiones, se celebran cenas medievales y
otro tipo de espectáculos.
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