El Justicia de Aragón acaba de remitirnos la obra que lleva por título El original de la Letra intimada, la carta autógrafa del Justicia de Aragón Juan Jiménez Cerdán (1435), de la que son autores D. Guillermo Tomás Faci, el Prof. D. Carlos Laliena Corbera y la Dra. Dª. Sandra de la Torre Gonzalo, a la que no dudamos en calificar de excepcional dadas las aportaciones que ofrece, las cuales contribuyen a matizar muchas de las cosas que, con anterioridad, se habían publicado sobre ese famoso documento, incluyendo su propio nombre.
De la denominada “carta intimada” ya
nos habíamos ocupado en este blog, en 2014, cuando el propio Justicia de Aragón
publicó un estudio del Prof. D. Guillermo Redondo Veintemillas y, en nuestro
archivo, se conserva un trabajo anterior del historiador de Agón D. Juan
Lajusticia Medina.
Nuestro interés radicaba en el hecho de
que la carta fue firmada, en 1435, por el antiguo Justicia de Aragón D. Juan Jiménez
Cerdán en su castillo de Agón e iba dirigida a uno de sus sucesores D. Martín
Díaz de Aux.
Juan Ximénez Cerdán había sido Justicia
entre 1390 y 1423. Vivía retirado en Agón, localidad de la que era señor, al
igual que de Gañarul, Pinseque, Peramán, Pola y Colera.
Agón había pertenecido a los Lunas de Almonacid, hasta que les fue incautado en 1413. Lo compró entonces Juan Ximénez de Cerdán, que era ya segundo señor de Pinseque.
La carta que estamos comentando había sido
escrita, al parecer, a petición de Díaz de Aux que al dirigirse a una persona
de edad que, durante mucho tiempo, había desempeñado el cargo, pretendía
conocer los orígenes y los datos más relevantes de una institución consustancial
con el ordenamiento jurídico de Aragón.
Ximénez Cerdán relata los míticos
orígenes del Justicia y ofrece datos biográficos de alguno de sus predecesores
pero, en buena medida, tiene mucho de autobiográfica, enalteciendo su gestión y
reivindicando su figura, pues había sido cesado por Alfonso V.
Pero, más allá de su propósito, la
carta tuvo un eco enorme ya que sirvió para alimentar el mito que rodeó a la
figura de esta institución aragonesa y en ella se inspiraron muchos autores
posteriores.
Fue editada por primera vez por Paulus Hurus, en 1496, y un ejemplar
se conserva en la Biblioteca General Universitaria de Zaragoza, en el que se habían
basado hasta ahora todos los estudios publicados, dado que se desconocía la
existencia del original manuscrito.
Y ese ha sido el gran descubrimiento de
los autores de la obra que estamos comentando, realizado a través de un razonamiento
aparentemente sencillo: si en la carta se daban instrucciones para que el
notario Juan de Sabiñán realizara copias validadas de la misma, era lógico
suponer que, en su protocolo, debía conservarse el original para su cotejo. Y así
ha sido, con la suerte añadida de que se han perdido algunos protocolos de ese
notario, pero se conserva el de 1435, al final del cual hay un cuaderno de 25
hojas con el original de la “letra intimada” que se ha reproducido
facsimilarmente.
Ello ha permitido un estudio comparado
con el texto publicado, advirtiéndose los cambios introducidos, el más curioso
de los cuales es del título por el que ha sido conocida hasta ahora: “letra
intimada” porque lo que realmente dice es “letra enviada”. El término “intimar”
podría aceptarse como equivalente a notificar, pero imperiosamente, lo que no
parece propio de una carta solicitada. De ahí que, al constatar que lo que
realmente pone en la carpetilla del cuaderno es “enviada”, cobra su auténtico
significado.
Son más los hallazgos realizados, aunque lo principal es esa reproducción facsimilar de la carta con su transcripción, que convierten esta obra en un hito histórico que, en cierta medida, nos afecta a nosotros por el hecho de haber sido escrita en el castillo de Agón del que se conserva su torre principal, aunque desvirtuada por haber sido transformada en vivienda.
Esa torre de la que aún llaman la atención
los sillares de su parte inferior fue protagonista de un otro acontecimiento
acaecido en 1466, que tuvo su origen
en el asesinato perpetrado en la capital aragonesa en la persona de D. Pedro de
la Caballeria, muy querido en la ciudad.
En él se vieron envueltos los Cerdán, con los que estaba enfrentado desde que, unos años antes, siendo Jurado de Zaragoza, D. Pedro había ordenado derribar las casas de Juan Ximénez de Cerdán en castigo por la muerte de un vecino de Villanueva de Gállego que había cortado leña, sin permiso, en el monte de El Castellar, propiedad de los Cerdán, como hemos indicado.
En esta ocasión, amparados por el “Privilegio
de los Veinte”, los jurados de Zaragoza movilizaron a cuatro mil infantes y
trescientos hombres a caballo, marchando sobre Agón, donde se habían refugiado
los Cerdán, atacando a la población e incendiándola. Ante los graves
acontecimientos, tuvo que intervenir el arzobispo de Zaragoza para calmar los
ánimos y reducir a la autoridad de la ciudad a los Cerdán.
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