Para quienes hoy piden una gaseosa en cualquier restaurante y les sirven una botella de plástico con tapón de rosca, les resultará extraña esa referencia a las “gaseosas de pitón” que aparece en el artículo que hoy publicamos sobre la fábrica y el bar de Ricardo Ortín que estaba junto al arco de la Carrera.
No obstante, la mayor parte de nuestros
lectores recordará el precedente de las botellas actuales que era de vidrio,
con un tapón de porcelana, dotado de una arandela de caucho y un resorte
metálico para asegurar el cierre hermético.
Pero sólo los de más edad recordarán
las botellas que aquí llamábamos “de pitón” y que, técnicamente, eran conocidas
como botellas de cuello Codd, en alusión al industrial británico que las
patentó en 1872.
Se caracterizaban por ser de vidrio y,
como único cierre, alojaban en su interior una bolita de vidrio, como una
canica, a la que la presión del gas hacía que bloqueara la boca que no disponía
de otro tipo de cierre.
El llenado se debía efectuar con la
botella invertida, mientras que para beber se presionaba con un dedo la bola y salía
a presión el líquido.
De lo expuesto, se deduce que uno de
sus inconvenientes era la dificultad para lavar los envases retornables y la
escasa higiene que se derivaba de su uso. Pero, además, solían romperse un
número mayor del deseado, pues los niños intentaban obtener de esa forma la
bolita de cristal, para usarla como canica en sus juegos.
Aunque su uso fue muy frecuente en España,
terminó siendo prohibida su utilización por una Orden Ministerial de 22 de
marzo de 1955.
De lo expuesto, se deduce que uno de
sus inconvenientes era la dificultad para lavar los envases retornables y la
escasa higiene que se derivaba de su uso. Pero, además, solían romperse un
número mayor del deseado, pues los niños intentaban obtener de esa forma la
bolita de cristal, para usarla como canica en sus juegos.
Aunque su uso fue muy frecuente en España,
terminó siendo prohibida su utilización por una Orden Ministerial de 22 de
marzo de 1955.
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