El Dr. D. Antonio Gil Albarracín ha
tenido la amabilidad de remitirnos la obra que acaba de publicar, con el título
Visita a los puertos españoles de los siglos XVIII y XIX, que no dudamos
en calificar de importante y oportuna.
Importante porque corresponde al Dr. Gil Albarracín el mérito de haberse percatado del interés que entrañan las patentes de Sanidad emitidas por los diferentes puertos para facilitar la libre navegación de los buques en unos momentos en los que los constituían una de las principales vías de transmisión de las enfermedades infecto-contagiosas.
Oportuna, porque estamos viviendo en
medio de circunstancias similares y es bueno volver la vista atrás para conocer
las medidas adoptadas en el pasado, en medio de reticencias iniciales, pero que
resultaron ser eficaces. Entonces, como ahora, se enfrentaban los defensores de
la libre circulación para facilitar la actividad mercantil y los que abogaban
por medidas restrictivas. Durante la epidemia de cólera de 1885, en nuestra
ciudad vivimos la pugna entre ambas posiciones, con efectos muy negativos. Las
patentes que ahora presenta el Dr. Gil Albarracín fueron, en cierta medida, el
equivalente al pasaporte COVID que ahora se exige (evidentemente no son cosas
equivalentes), merced a las cuales se garantizaba que el buque que llegaba a un
puerto no estaba contaminado.
Ya nos habíamos hecho eco en este blog
de artículos anteriores del autor en los que dio a conocer algunas de estas
patentes, auténticas obras de arte, al tratarse de impresos que, en ocasiones,
fueron encargados a prestigiosos grabadores.
Ahora, lo que ha reunido en el libro
son las patentes de Sanidad correspondientes a 28 puertos peninsulares y otros
dos de la isla de Cuba. En muchos casos se trata de documentos excepcionales,
dado que ofrecen unas perspectivas de las correspondientes ciudades y sus
puertos, a vista de pájaro, que por su singularidad vienen a completar las
representaciones que conocíamos hasta ahora, con detalles desconocidos.
Pero no menos interesantes son las
representaciones heráldicas y, sobre todo, las de los Santos y advocaciones,
bajo cuya protección se colocaban. Todo ello en momentos, en los que, en caso
de epidemia, se volvían los ojos al cielo, impetrando la ayuda divina por
mediación de Santos patrones o de aquellos considerados especiales abogados
antes las enfermedades. Esta actitud ha persistido hasta época contemporánea,
siendo la actual pandemia la primera ocasión en la que los no creyentes lo fían
todo en sus propias fuerzas, como es lógico, mientras que los creyentes se sorprenden
al ver los templos cerrados no por las autoridades sanitarias, sino por quienes
deberían haber facilitado la oración, si realmente fueran conscientes de lo que
representa.
Al margen de estas consideraciones, queremos
felicitar al Dr. Gil Albarracín por la presentación de la primera obra en la
que reúne los resultados de sus últimas investigaciones que tendrán también su
reflejo en una exposición que, si la epidemia no lo impide, tendrá lugar este
año en el Museo de Arte Doña Pakyta de Almería.
Finalmente, y casi como un acertijo,
invitamos a nuestros lectores a identificar a las ciudades representadas en
grabados que hemos reproducido. Pueden servirse de la heráldica y de las
imágenes de sus patrones.
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