miércoles, 3 de mayo de 2023

Recordando a la Universidad Laboral de Tarragona

 

       
          Dimas Lajusticia colabora todos los años en el Programa de Fiestas de la Virgen de la Peana, dentro de las páginas dedicadas a la Colonia de Borja en Barcelona y suele hacerlo con un romance, de corte humorístico, que sus lectores esperan con impaciencia. Sin embargo, en esta ocasión ha optado por un relato autobiográfico que lleva por título “Una palabra de Borja en Cataluña”, en el que recuerda su paso por la Universidad Laboral de Tarragona, donde también estudiaron otros ilustres personajes como Joan Manuel Serrat, el actor Lluís Soler o el director de teatro Josep Maria Pou.


         Las Universidades Laborales surgieron por iniciativa de José Antonio Girón de Velasco, que fue Ministro de Trabajo entre 1941 y 1957, como centros educativos para hijos de trabajadores, a los que se ofrecía en las mejores condiciones unas posibilidades de formación profesional, cuando el limitado número de Institutos de Bachillerato existentes en esos momentos, hacía muy difícil el acceso a las Universidades.

         Fue, a finales de 1950, cuando José Antonio Girón anunció en Sevilla, con la retórica propia de la época, su propósito de “crear gigantescas Universidades Laborales, castillos de la reconquista nueva, donde vosotros, y sobre todo vuestros hijos, se capaciten no sólo para ser buenos obreros. Vamos a crear centros enormes donde se formen, además de obreros técnicamente mejores, hombres capacitados para todas las batallas del espíritu, de la política, del arte, del mando y del poder”.

 

         Aquella promesa se hizo pronto realidad y la primera en entrar en servicio fue la Universidad Laboral de Gijón, en 1955, a la que siguieron al año siguiente las de Córdoba, Sevilla y Tarragona, hasta un total de 21, ubicadas en diferentes ciudades, entre ellas Huesca y Zaragoza.

 

         En la elección de Tarragona como sede de una de esas universidades tuvo gran influencia el entonces Gobernador Civil de la provincia D. José González Sama, más tarde Gobernador Civil de Zaragoza, que visitó Borja en varias ocasiones, entre ellas para clausurar, en el Teatro Cervantes, la I Semana de Borja en Zaragoza.

 


Para su ubicación se eligió una finca conocida como “La Pineda”, situada junto al mar y a tres kilómetros de la ciudad, en cuyas 150 hectáreas se levantó el impresionante conjunto de edificios, con un presupuesto de 400 millones de pesetas (de la época).

 

El proyecto fue encomendado a tres arquitectos madrileños: D. Antonio de la Vega (1902-1987), D. Manuel Sierra Nava (1923-2007) y D. Luis Peral Buesa (1921-2014), que nunca habían trabajado juntos y que se repartieron el trabajo, logrando concluirlo en un tiempo muy corto. Antonio de la Vega proyecto el edificio más emblemático, el del comedor y también las residencias.

 

         Manuel Sierra diseñó los talleres, otro interesantísimo edificio, con su cubierta en dientes de sierra; y Luis Peral, proyectó la escuela y la urbanización. El resultado fue una gran ciudad que se alejaba mucho del aspecto escurialense que tenía la Universidad de Gijón, enmarcándose en un concepto de modernidad, en cierto modo revolucionario. Todo ello, rodeado de jardines y arboledas que le conferían un especial atractivo. Además y, como complemento, le fue encomendada la decoración de muros y jardines a un grupo de artistas figurativos y abstractos, entre los que se encontraba Jorge Oteiza, Néstor Basterretxea, Rafael Ruiz Balerdi y otros varios, aunque no todos llegaron a concluir sus intervenciones.

 


         Cuando la Universidad de Tarragona estuvo en pleno funcionamiento llegó a albergar a 4.000 alumnos en régimen de internado, que cursaban alguna de las 80 especialidades que allí se impartían, recibiendo al mismo tiempo una formación integral.

 



         La desaparición de las Universidades Laborales supuso un rudo golpe a la Formación Profesional en España. Los edificios de algunas de ellas desaparecieron, aunque no fue ese el caso de los de Tarragona, al ser transformada en un Complejo Educativo dependiente del Departamento de Enseñanza de la Generalitat de Catalunya, donde hay actualmente, dos Institutos de Enseñanza Secundaria, el Pere Martell y el Calipolis; la Escuela de Educación Especial Surco; una Residencia para estudiantes universitarios y varios centros de recursos educativos.

 

         Todo esto nos ha recordado el artículo de Dimas que, en realidad, gira en torno a una anécdota protagonizada por él, en eso hermoso comedor de la Laboral. Al derramarse una jarra de agua en la mesa, se dirigió a una de las chicas que atendían el “office”, para pedirle una “rodilla” con la que limpiarla. La joven no desconocía la quinta acepción que la Real Academia Española da a esa palabra (bayeta) y creyó que el bueno de Dimas pretendía asir una parte de su anatomía, por lo que huyó horrorizada, siendo la religiosa que supervisaba los trabajos y que era de Calatayud, quien aclaró la equívoca situación ya que, en esa ciudad, como en Borja utilizamos esa voz para designar a “un paño basto u ordinario, regularmente de lienzo, que sirve para limpiar”. Voz que aparece en el Diccionario de Aragonés, pero también en el de la RAE, como hemos dicho.



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