Las redes sociales y algunos medios de
comunicación se hicieron eco ayer de la decisión de un restaurante zaragozano
de mostrar su apoyo al pueblo ucraniano, cambiando en su carta el nombre de “ensaladilla
rusa” por el de “ensaladilla Kiev”, lo que anunciaba con los colores de la
bandera ucraniana.
Lo que ignoraba el mesonero de Zaragoza es que “Kiev” es el nombre de la capital de Ucrania en ruso. En ucraniano se escribe “Kyiv” y, en los últimos días, han proliferado las iniciativas para dejar de utilizar la denominación “Kiev”. Por ello, hubiera sido mejor llamarla “ensaladilla ucraniana”.
A quienes les parezca sorprendente el
cambio de nombre de tan popular plato, debemos recordarles que en la posguerra
española fue denominada “ensaladilla nacional”, porque se abominaba de todo lo
ruso. Así, por ejemplo, a las “montañas rusas” se las llamó “montañas suizas”,
mientras que el “filete ruso” pasó a denominarse “filete alemán”.
Quienes han estado destinados en Cartagena habrán probado en varias ocasiones un “asiático”, un café muy popular con una mezcla de leche condensada, canela y coñac. Pero ese café no nació en la ciudad, sino en El Albujón y, en concreto, en el Bar Pedrín que aún subsiste donde le dieron el nombre de “café ruso” que, por las mismas razones antes reseñadas, cambiaron a “café asiático” que terminó popularizándose.
Pero, el revisionismo en los nombres
llegó también a los cuentos infantiles, de manera que “Caperucita roja” pasó a
ser “Caperucita azul”, más acorde con la nueva situación, aunque en España y
antes de la guerra ya había sido conocida como “Caperucita encarnada”.
Pero, esta manipulación de los cuentos
se dio también, con anterioridad. Durante la guerra, en el bando republicano se
editó un Pulgarcito, adaptado a la ocasión, en el que el padre leñador se convertía
en “amo capitalista” y el ogro era un “aviador fascista” que se dedicaba a tirar
bombas contra los niños y se los comía en su gran mansión del bosque.
Volviendo a la ensaladilla rusa que de
rusa no tiene demasiado, se solía atribuir su invención al chef ruso Lucien
Olivier (1838-1883) que era de origen belga, el cual creó, a mediados del siglo
XIX, un sofisticado plato compuesto por caviar, cangrejo, salmón, rosbif,
perdiz, jamón de pato, lengua de ternera y encurtidos variados, todo ello
acompañado con verduras y mayonesa. Esta “ensalada Olivier” poco tiene que ver
con la versión que ha llegado hasta nosotros pero, además, se ha podido
demostrar que nuestra “ensaladilla” ya aparece en recetarios ingleses del XIX,
anteriores a Lucien Olivier.
Lo que es común a todas las recetas es
la utilización de la mayonesa o “mahonesa” una salsa originaria de Mahón (Menorca),
de donde la copiaron franceses e ingleses, difundiéndola por Europa.
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