Durante
nuestra reciente visita a las obras de restauración de la catedral de
Albarracín, pudimos ver un escudo con
las armas de la familia Borja. El “hallazgo” tenía sentido ya que al frente de
esta diócesis, entonces unida a la de Segorbe, hubo nada menos que cuatro obispos pertenecientes a dicha familia.
El
primer de ellos fue D. Luis Juan de
Milán y Borja, hijo de barón de Massalavés, D. Juan de Milán, y de Catalina
de Borja, hermana del papa Calixto III, el primer Papa Borja.
Luis
Juan había cursado los estudios de Derecho Canónico en la Universidad de
Colonia, ocupando plaza de canónigo en la colegiata de su ciudad natal, Játiva.
En 1453, fue nombrado obispo de Segorbe y Administrador de Albarracín. En 1456,
su tío lo creo cardenal, con el título de los Cuatro Santos Coronados,
desempeñando diversos cometidos en la Corte pontificia. En 1464, regresó a
España donde cinco años antes había sido nombrado obispo de Lérida y, aunque
vivió hasta 1510, su actividad pública fue muy limitada.
El
segundo de los Borja que ocuparon esta sede fue Bartolomé Martí o Martín, también nacido en Játiva. Fue mayordomo
del cardenal Rodrigo de Borja, futuro Alejandro VI. Nombrado obispo de Segorbe
y Albarracín en 1473, su toma de posesión se pospuso hasta 1478, por
divergencias en el seno de la propia familia. Ocupó destacados puestos en la
Corte papal, donde residió durante toda su vida. Fue Canciller, Mayordomo del
Palacio Apostólico y Maestro de la Capilla Papal. Fue creado cardenal en 1496,
en un consistorio en el que todos los nuevos cardenales pertenecían a la
familia Borja. Llegó a ser Camarlengo del Sacro Colegio Cardenalicio y falleció
en 1500, siendo enterrado en la basílica de San Pedro. Ocupó la sede de Albarracín
hasta 1498, renunciando a ella con la condición de volver a desempeñarla al quedarse
vacante. Así sucedió un año después, por lo que volvió a ser obispo de esta diócesis
a la que renunció, en 1500, en favor de su sobrino Gilaberto Martí o Martin.
El
tercero de los Borja, este Gilaberto, había nacido en Alcira en cuyo monasterio
jerónimo profesó en 1490. Fue nombrado obispo, merced la gestión de su tio y
predecesor, en los últimos días del pontificado de Alejandro VI, ocupando la
sede hasta su muerte en Valencia, en 1530. Fue enterrado en Segorbe, donde
había mandado edificar su catedral, aunque también mejoró la de Albarracín.
Le
sucedió en el obispado otro Borja, Gaspar
Jofre de Borja Llanzol de Romaní que era hijo de Rodrigo de Borja y
Montcada, barón de Castellnovo y Anna, y por lo tanto, sobrino nieto del papa
Alejandro VI. Su nombramiento como obispo de Segorbe y Albarracín en 1530 fue a
propuesta de Carlos V, ejerciendo el derecho de presentación que había sido concedido
a los monarcas españoles. Residió habitualmente en Valencia, en la corte de la
reina Germana de Foix. Participó en el concilio de Trento, pero tuvo que
regresar a Valencia por problemas de salud, falleciendo en 1556.
Las
armas que aparecen en la capilla que ha dado origen a este comentario son las
suyas y, a ambos lados de las mismas, están representados San Esteban y San
Jerónimo.
Como
hemos venido señalando las diócesis de Segorbe y Albarracín estaban unidas y la
primera era preferida por los obispos que se quejaban del duro clima de la
ciudad aragonesa y del carácter agreste de sus habitantes. De hecho, al obispo Gilaberto
Martín le mataron a un sobrino en su presencia y con D. Gaspar Jofre “usaron de
otros desacatos y libertades”, de manera que, como señalaba otro obispo
posterior, D. Martín de Salvatierra, la ciudad era “un nido de tigres en cuyas
peñas se habían revolcado los diablos, significando su gran fiereza y
abominable aspecto y vista”.
Nada
tiene que ver esta opinión tan parcial, emitida cuando se estaba llevando a cabo
el proceso de desmembración de ambas diócesis a finales del siglo XVI, con la
realidad actual. Hoy Albarracín es un lugar entrañable y digno de ser visitado
en la que las huellas de Borja siguen presentes, aunque sea a través del vino Borsao que es la oferta habitual en
todos los establecimientos de hostelería.
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