Cuatro
nuevos ejemplares de la Revista Nacional
de Cultura, de Venezuela, se incorporan hoy a nuestros fondos con artículos
de Juan David García Bacca. La primera de ellas es la correspondiente a
julio-agosto de 1950 y lleva el nº 81. En ella incluyó, como era su costumbre,
cuatro reseñas de otros tantos libros. En concreto Tatwelt und Erfahrunfswissenschaft. Moographien zur philosophische
Forschung, de Rudolph Zocher; el Novum
Organum, de Francis Bacon, en su edición de Ed. Losada, con estudio
preliminar de Risieri Frondizi; ¿Qué es
la ciencia? de W. Szilasi, traducida el alemán; y Autoridad e Individuo de Bertrand Rusell, en su versión de los
Breviarios del Fondo de Cultura Económica. Merece la pena destacar que todas
ellas habían sido publicadas en 1948 y 1949, por lo que las reseñas fueron casi
inmediatas a su aparición.
En el
nº 86, correspondiente a mayo-junio de 1951, sólo fueron dos las reseñas
incluidas, ambas relacionadas de una u otra forma con las Matemáticas: Les fondemnets psycholiguistiques des
Mathematiques, de Gerrit Mannoury; y Foundations
of the Teory of Probability, de A. N. Kolmogoroff, cuya traducción al
inglés, por el Dr. Nathan Morrison, había aparecido en 1950, dando a conocer
las aportaciones del matemático ruso a una cuestión entonces novedosa como era
el cálculo de probabilidades.
Más
nutrida es su contribución al nº 115 de la revista, aparecido en marzo-abril de
1956, dado que en él publicó la segunda parte del trabajo titulado “Comentarios
a la Esencia de la Poesía de Heidegger”, por lo que venimos a completar el
resto de este estudio, aparecido en
otros números. Además, aparecían en este ejemplar las siguientes reseñas
de libros: Mathematical interpretation of
formal systems, de Skolem, Hasenjager y Kreisel; Salvable cases of the decisión Problem, de W. Ackermann; y Giant Brains or Machines that think, de
Edmund C. Berkeley.
Finalmente,
el nº 273, correspondiente al segundo trimestre de 1989, se abría con un
artículo suyo, titulado “¡Oh tempora, Oh mores! Lo que va de Ayer a Hoy”, en el
que defiende la profesión de filósofos, poniendo de manifiesto el cambio en la
valoración experimentada en nuestra época, respecto a determinadas profesiones.
Con
indudable ironía, encabeza su breve trabajo con la supuesta anécdota referida a
la forma en la que un rector de determinada universidad española, en el siglo
XVI, iniciaba sus discursos: “Eminentísimos Teólogos, Excelentísimos Filósofos,
Ilustrísimos Juristas, canalla vil de médicos y boticarios”. El chiste le sirve
para poner de manifiesto que, ahora, aquel inefable rector, hubiera trocado su
saludo por esta versión: “Eminentísimos físicos nucleares, excelentísimos matemáticos,
ilustrísimos economistas, venerables antiguallas de poetas, filósofos y
teólogos”. Se pregunta, por lo tanto, que ante esas dos escalas de valoraciones,
la medieval y la actual, ¿Qué actitud, tarea, empresa, debe tomar sobre sí un
filósofo, teólogo o literato que lo sea por vocación y no por profesión?
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