El 30 de septiembre de 1647
nació en Borja el P. Jerónimo de
Alberite Maicas S. J. Era hijo de Domingo de Alberite y de Margarita Maicas
e ingresó en la Compañía de Jesús. Publicó un libro sobre oraciones y sermones,
destacando como poeta y autor de varios trabajos que, aun cuando no llegaron a
ser editados, le hicieron merecedor de ser incluido por Latassa en su Diccionario.
Por otra parte, el
cronista Juan Francisco Andrés de Uztarroz, con quien le unió una gran amistad,
lo cita en su Aganipe de los cisnes aragoneses,
obra en la que canta las glorias, bellezas y grandes hombres que han dado las
distintas ciudades de Aragón. Al referirse a Borja, señala a dos hijos
ilustres, Jerónimo de Alberite y José de Lajusticia.
El 30 de septiembre de
1760 nació en Zaragoza Miguel Salamero
Buesa. Era el cuarto hijo del matrimonio formado por Miguel Salamero,
natural de Graus, y Rosa Buesa, nacida en Bolea, aunque vecinos de la
parroquia zaragozana de San Felipe. Con su padre aprendió el oficio de
tafetanero y llegó a regir un próspero taller con más de veinte empleados,
donde elaboraban damascos y tafetanes de gran calidad.
Su actuación como héroe
de los Sitios de Zaragoza es bien conocida, pero lo es menos que estaba casado
con la borjana Rafaela Zaro, al
parecer una guapa moza con la que tuvo seis hijos y disfrutó de una desahogada posición
económica. El 6 de septiembre de 1801 falleció la esposa y en su testamente
legó joyas de indudable valor a sus hijas. Poco antes había muerto la menor,
Luisa, y muy pronto fallecieron sus dos hijos varones, ambos menores de edad,
de manera que sólo llegaron a la edad adulta la mayor Bárbara, Agustina, nacida
en 1790 y Antonia que vino al mundo en 1796.
En su taller
confeccionó la bandera del 22º Batallón Ligero de “Voluntarios de Aragón” que
durante muchos años estuvo expuesta en los Inválidos de París. Creo un grupo de
escopeteros, formado por sus propios empleados y algunos hombres que se les
unieron, con los que el 4 de agosto de 1808 defendió el convento de Santa Fe e
hizo frente a los franceses en la calle del Azoque. Fue enviado cautivo a
Francia, de donde logró escapase, permaneciendo oculto hasta el final de la
guerra. Cuando regresó a Zaragoza tuvo la fortuna de encontrar con vida a sus
tres hijas, aunque estaba completamente arruinado. Estaba en posesión del
Escudo de Defensor del Primer y Segundo Sitio, así como del Escudo de
Distinción, la más alta condecoración otorgada. Falleció en la capital
aragonesa el 8 de enero de 1840, siendo enterrado en el nuevo cementerio de
Torrero.
La antigua plaza del
Carbón lleva su nombre en el centro de Zaragoza y también figura entre los
ciudadanos defensores de la capital en la lápida colocada en el antiguo
edificio de la Escuela de Artes, en la plaza de los Sitios.
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