El 21
de septiembre de 1915 fue ejecutado en Zaragoza Felipe Pasamar Gregorio, nacido en Calcena en 1883, tras ser
condenado a muerte, sin serle conmutada esta pena. La ejecución tuvo lugar en
la antigua cárcel de Predicadores, dado que la de Torrero no fue inaugurada
hasta 1928.
En 1913, Felipe había
tenido la desgracia de ver morir a su hija, de corta edad, tras una breve
enfermedad que su mujer y otros familiares cercanos atribuyeron al “mal de ojo”
provocado por una persona cercana.
Con el
deseo de corroborar esa sospecha, decidieron acudir a la “sibila de Alpartir”,
una adivina que gozaba de gran renombre entre personas crédulas, la cual les
confirmó la causa de la muerte, señalando como origen del “mal de ojo” a una
persona que residía cerca de ellos. Comoquiera que, junto a la vivienda
familiar, se encontraba la casa de su padre Vicente, de su madrastra Francisca
Royo y de una hija de ambos, con los que mantenían pésimas relaciones, las
sospechas recayeron sobre ellos.
Alentado
por su mujer, Felipe Pasamar se dirigió en su busca, armado con una pistola y
un cuchillo. Los encontró trabajando en un campo y, sin mediar palabra, asestó
una cuchillada a su padre y disparó contra la madrastra, rematándolos a golpes
en el suelo. Después, asesinó a su hermanastra.
Al ser
detenido, estuvo a punto de ser linchado por los habitantes de Calcena,
soliviantados por tan terribles crímenes. Sin embargo, pudo ser conducido hasta
Borja donde se encontraba la cárcel del partido, al que pertenecía esa
localidad.
Pero
los crímenes de esta naturaleza, en aquella época, se juzgaban en la Audiencia
de Zaragoza, donde fue condenado a muerte en 1915. Para entonces, las
ejecuciones ya no despertaban el entusiasmo de antaño, sino que por el
contrario la opinión popular se había manifestado en diversas ocasiones
contraria a ellas. Así ocurrió en 1892, con dos condenados por el llamado
“crimen de Conesa” un fabricante zaragozano de sombreros, finalmente indultados
tras las manifestaciones protagonizadas en la capital aragonesa por miles de
personas.
En el
caso que nos ocupa, Heraldo de Aragón
publicó algunos artículos recabando una movilización similar. De hecho, el 20
de septiembre de 1915, víspera de la fecha señalada para la ejecución, miles de
personas, encabezadas por las autoridades locales, diputados a Cortes y
provinciales, el rector de la Universidad y representaciones de distintas
entidades recorrieron las calles de Zaragoza, pidiendo el indulto. La
manifestación llegó a las puertas del Gobierno Civil, accediendo al edificio
una comisión que se entrevistó con su titular, el cual se comprometió a
realizar las gestiones precisas para intentar conseguir la conmutación de la
pena. La tensión era evidente y fue necesario alertar a la Guardia Civil, en
previsión de altercados.
Aquella
noche, el propio arzobispo asistió al condenado. Se trataba de D. Juan
Soldevila y Romero que, en 1919, fue creado cardenal, siendo asesinado el 4 de
junio de 1923 por dos anarquistas.
A
pesar de la expectación creada, el indulto no llegó y a las siete de la mañana
de 21 de septiembre de 1915, Felipe Pasamar fue agarrotado en el patio de la
cárcel, en presencia de un reducido número de personas. El resto de los
zaragozanos tuvieron conocimiento de que la ejecución se había llevado a cabo,
al ser izada en la prisión la bandera negra utilizada para dar a conocer el
cumplimiento de la sentencia.
Este
trágico suceso fue estudiado por Celedonio García y José Antonio Adell y fue
recreado en el programa “Cuarto milenio”. Nosotros lo incluimos también en la
obra Crímenes ejemplares.
El 21 de septiembre de
1936 fue fusilado en Bulbuente D. Ramón
Latorre Luna, que había nacido en esa localidad en 1877. Aunque su padre
era médico, él optó por cursar la carrera de Farmacia en la Facultad de
Santiago de Compostela, en la que se graduó como Licenciado en 1909. Ejerció la
profesión en Tarazona y allí fue detenido al comienzo de la Guerra Civil, por
sus ideas izquierdistas, siendo conducido a Bulbuente donde fue ejecutado.
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