Hasta hace no demasiado tiempo, hoy se celebraba la
solemnidad de la Circuncisión del Señor, lo que respondía a un sentido
cronológico pues, como relata el Evangelio de San Lucas: “Cuando se cumplieron
los ocho días para circuncidar al Niño” lo llevaron al templo y, entre el 24 de
diciembre y el 1 de enero transcurren esos ocho días. Ilustramos esa escena con
la reproducción de una tabla conservada en el Museo Diocesano de Huesca. En el
de la colegiata de Borja se conserva otra de gran belleza que, a la vista de la
utilización que se ha dado, sin citar su procedencia, con la que publicamos de
la Natividad, hemos preferido no hacerlo.
Pero el Papa Juan XXIII, al reformar el calendario litúrgico
en 1960, introdujo la solemnidad de Santa María Madre de Dios, fijando para el
3 de enero la del “Santísimo nombre de Jesús”.
En el momento de la circuncisión le fue impuesto el nombre
de “Enmanuel”, dando cumplimiento a lo anunciado por el arcángel Gabriel: “Concebirás
en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús (Enmanuel)”
(Lc. 1:31). La misma revelación había recibido San José: “Dará a luz un hijo y
tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”
(Mt. 1:21). Se daba cumplimiento de esa forma a la profecía de Isaías: “Mirad:
la virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel”
(Is. 7:14).
Por este motivo los llamados “Manuel” o “Jesús” celebraban
su onomástica el primer día del año, aunque como muestra de rebeldía ante los
cambios, lo siguen haciendo y recibiendo regalos, lo que comunicamos para
general conocimiento.
Estas imágenes corresponden al Niño Jesús que se venera en
el convento de Santa Clara de Borja que llegó hasta allí de una manera
sorprendente, como relata la crónica que se conserva en su archivo.
Fue en 1638, pocos años después de la fundación del
convento, cuando encontrándose Sor Graciosa de Charri desempeñando el oficio de
tornera, llamó un peregrino preguntando si estarían interesadas las religiosas
en adquirir un Niño para el Nacimiento. Sor Graciosa tomó la caja que había
depositado en el torno, abriéndola en el claustro. En ella, sobre unas pajas,
se encontraba esta imagen e, inmediatamente,
volvió al torno para preguntar al peregrino el precio de la misma, pero el
visitante había desaparecido y no pudo ser hallado, a pesar de que se
enviaron a varias personas para que lo buscaran por las calles de la población.
Sor Graciosa se quedó con el Niño durante toda su vida y
después lo tuvo su sobrina Sor María Lázaro que fue abadesa del convento,
pasando a su muerte a otras religiosas hasta que, en 1714, la comunidad decidió
colocarlo en el retablo del coro, donde se conserva, ante los numerosos
prodigios que se le atribuían.
Allí se le venera, de forma especial, desde el día de
Navidad hasta el de Reyes, y también es costumbre cantarle una Salve el 25 de
cada mes. Este año lo vimos colocado en la cuna situada al pie del altar del
oratorio del coro bajo. Como es de pequeño tamaño, apenas se apreciaba.
Posteriormente, fue reemplazado por esta otra imagen moderna
pero cuyas dimensiones son más acordes con las de la cuna. Ambas nos recuerda a
ese Dios hecho hombre, cuyo nombre “Enmanuel” fue la expresión de su misión
salvífica.
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