martes, 28 de julio de 2020

Ante los ataques a estatuas de personajes históricos



         Los medios de comunicación vienen difundiendo en las últimas semanas impactantes imágenes del derribo y profanación en los Estados Unidos de monumentos que, en muchos casos, estaban dedicados a personajes de nuestra historia.
         El fenómeno se ha desencadenado en el marco de las protestas contra el brutal asesinato de un ciudadano afroamericano por un policía. Orquestadas por el Black Liver Matter han encontrado eco en el Partido Demócrata, deseoso de erosionar la imagen del Presidente Trump quien, por su parte, ha puesto en marcha una serie de duras sanciones para los autores de estos lamentables hechos.






         Aunque Cristóbal Colón ha sido uno de los objetivos prioritarios no han faltado ataques a otros personajes como fray Junípero Serra e, incluso, el propio Miguel de Cervantes.
         Colón, ahora acusado de genocida, había logrado consolidar un reconocimiento generalizado en los Estados Unidos desde finales del siglo XIX, merced al influjo de la colonia italiana y, desde 1968, se celebraba a nivel federal el Columbus Day con desfiles y eventos muy variados en todos los Estados. Es cierto, que posteriormente algunos de ellos, fueron alejándose de esa conmemoración, bajo la presión de grupos indigenistas.

         En el caso de fray Junípero Serra la cuestión es aún más llamativa, dado que el misionero franciscano mallorquín fue el fundador de 9 misiones en la costa oeste americana, en territorio entonces español y posteriormente mexicano que sólo se integró en los Estados Unidos, como consecuencia del Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, al finalizar la guerra entre los dos países.




         No deja de ser llamativo que una de las misiones californianas fundadas por fray Junípero haya ardido recientemente, aunque no nos consta que el incendio fuera provocado. Es importante recordar que fray Junípero Serra fue canonizado por el Papa Francisco en 2015 y su estatua, con la Cruz en alto, es una de las que pueden contemplarse en el interior del Capitolio de Washington.




         En el Capitolio del Estado de California se encuentra la estatua de Isabel la Católica, con Colón a su lado, que ahora se pretende retirar y otra, de moderno diseño se alza frente a la sede de la Organización de Estados Americanos, ante la cual se realiza cada 12 de octubre una ofrenda floral.



         Podríamos citar otros muchos casos, dado que tras una paciente labor en los Estados Unidos se había llegado a reconocer la aportación española a la formación de esa nación, como en el caso de Bernardo Gálvez que luchó en su guerra de independencia.

         Todo ello está ahora seriamente comprometido sin que, hasta el momento, nuestra única respuesta haya sido una ligera protesta de la embajada española y la tibia postura adoptada por el gobierno. Mucho más contundente fue la nota de The Hispanic Council, destacando las razones que obligan a condenar tan vandálicos actos que nos recuerdan otros casos como los llevados a cabo, no hace mucho, por los miembros del ISIS contra el patrimonio de los países que ocupó.



         Pero el problema mayor es que los vándalos norteamericanos han encontrado imitadores en España donde la estatua de San Junípero Serra también ha sido profanada en su Mallorca natal, acusando de racista a quien fue un decidido defensor de los indígenas.




         También, uno de los monumentos más emblemáticos de Barcelona, dado que fue levantado como símbolo de la Exposición Universal de 1888 ha sido objeto de ataques. En concreto un pequeño incendio que no tuvo mayores consecuencias, aunque la CUP ha pedido que sea retirada, algo que el gobierno municipal ha descartado.
         Frente a la actitud dubitativa de quienes vacilan a la hora de adoptar una postura clara, quizás porque la destrucción de monumentos se ha convertido en algo habitual, convendría preguntarse si derribándolos se consigue borrar la Historia o si éste es el mejor procedimiento para tender puentes con otros países, a los que indirectamente acusan de genocidas quienes tienen motivos más que suficientes para reconocer en su propia historia hechos mucho más graves y, además, en épocas más recientes.
         Mientras tanto, ver a Colón descabezado o a San Junípero Serra pintado y derribado nos provoca un hondo pesar.

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