sábado, 25 de julio de 2020

Las reliquias de Santa Rosalía de Palermo


         En el artículo anterior mencionábamos a Santa Rosalía de Palermo, considerada especial protectora frente a la peste, sobre la que queremos ofrecer algunos datos, especialmente relacionados con sus reliquias, rodeadas de polémica desde el momento de su descubrimiento.

         Según la opinión más difundida, se llamaba Rosalía Sinibaldi y había nacido en 1130 en el seno de una familia noble que se decía descendiente el emperador Carlomagno. Era una joven de corta estatura que decidió vivir en soledad, dedicándose a la oración y la penitencia, por lo que suele ser representada con una calavera, atributo propio de los santos penitentes. 




Al parecer, primero se retiró a una cueva próxima Bivona y, posteriormente, lo hizo en el monte Pellegrino, junto a Palermo, donde falleció a la temprana edad de 26 años.
De su existencia no se duda, pues su culto estaba extendido en el siglo XIII, con templos a ella dedicados en varias ciudades, celebrándose su fiesta el 4 de septiembre, aunque en el siglo XVII había quedado parcialmente relegado.
En 1624, Palermo sufría las consecuencias de la terrible epidemia de peste que asoló buena parte de Europa y fue entonces cuando la Santa se apareció para indicar el lugar en el que su cuerpo estaba sepultado. Aquí los relatos no coinciden, pues mientras que unas fuentes afirman que se presentó a Matteo Bonello, otras señalan que fue una mujer la que recibió la revelación. En cualquier caso, el 15 de julio de ese año, sus restos fueron encontrados, a considerable profundidad, en el interior de una cueva del monte Pellegrino (donde anteriormente ya habían sido buscados).

El caso es que tras distribuir las reliquias por la ciudad la epidemia cesó y su devoción se extendió rápidamente por diversos lugares.



         En la catedral de Sevilla se conserva este precioso busto relicario de la Santa, cuya devoción introdujo el aragonés (de Ariza) D. Jaime de Palafox y Cardona quien, antes de hacerse cargo de la sede hispalense, había sido arzobispo de Palermo, entonces perteneciente a la Corona de España.



         El arzobispo Palafox fundó un convento de religiosas capuchinas, en 1694, dedicado a la Santa. Pero difundido su culto por los capuchinos llegó a otros muchos lugares, siendo considerada también aquí abogada de la peste. Incluso en la isla de la Palma hay una ermita dedicada a ella.



         En el museo del Prado se encuentra este lienzo de Anton van Dyck (1599-1641) que no fue el único que pintó teniendo a Santa Rosalía como motivo, dado que cuando aparecieron sus restos el pintor se encontraba en Palermo.



         Pero, retomando el tema de sus reliquias, es preciso señalar que, cuando fueron encontradas, el cardenal Doria encargó a una comisión médica el análisis de sus restos, cuyos miembros emitieron un dictamen según el cual no era posible precisar que los huesos fueran humanos. Ante este informe negativo y cediendo a las presiones, se constituyó una nueva comisión, con intervención de teólogos y una nueva aparición de la Santa, concluyendo que pertenecían a ella, ante lo que el cardenal ordenó su traslado a la catedral.

         A mediados del siglo XIX, el prestigioso paleontólogo británico William Buckland (1784-1856), durante una visita a Palermo tuvo ocasión de verlos, percatándose de que no eran huesos humanos, sino pertenecientes a una cabra.


         Su dictamen provocó la airada reacción de las autoridades religiosas que intentaron desacreditar al ilustre paleontólogo, incidiendo en su condición de no católico. Pero, al mismo tiempo, tomaron la decisión de encerrar los restos en una artística urna que, teóricamente, no se ha vuelto a abrir.



         Sin embargo, en 1983, una revista tan relevante como Science insertó un trabajo con el llamativo título de “Santa Rosalía was a goat” en el que abordando cuestiones ecológicas, retomaba la opinión de Buckland.

         Recientemente, se ha difundido la noticia de que el arzobispado de Palermo había encargado un nuevo examen de las reliquias cuyo resultado había sido que, efectivamente, se trataban de los restos de una mujer joven, aunque no ha tenido la difusión que, de ser cierto, merecería.





         Mientras tanto, la Santa sigue concitando la devoción de muchas personas en su santuario de la cueva del monte Pellegrino donde, junto a la imagen recostada de la joven, puede verse un relicario de plata (a la derecha de la imagen).
         Porque hay que distinguir claramente que una cosa es el culto a los Santos y otra muy diferente el tributado a sus reliquias, objeto de múltiples supercherías y falsificaciones en el pasado. De ahí, que depurar la autenticidad de las mismas debía ser algo lógico, a pesar de las reticencias que suscita.

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