En la postal de los años 70 ya se advierte una de las características principales de este castillo de la provincia de Burgos, el que la torre del homenaje, se asienta en lo alto de un peñasco, separada del resto de la fortaleza.
En esta otra imagen se puede ver muy
bien todo el conjunto de lo que fue un importante castillo que defendía el paso
del río Ebro a través de un puente fortificado y el valle de Tobalina.
Propiedad de la corona, inicialmente, en
1446 fue cedido a Pedro Fernández de Velasco, cuyo hijo Bernardino fue creado
duque de Frías por los Reyes Católicos. En poder de esa casa permaneció hasta
que, en 1920, pasó a ser del Ayuntamiento.
La torre del homenaje, de planta poligonal,
está unida al resto por una escalera excavada en la roca. En una de sus caras destacan
las torrecillas semicirculares sobre modillones. Se ha derrumbado en varias
ocasiones, ocasionando incluso víctimas mortales.
El resto del castillo, de planta
cuadrangular, dispone de murallas almenadas por las que discurre el camino de ronda
y torres redondas en dos de sus ángulos. En la que mira al casco urbano hay instalado
un reloj.
En ese mismo muro hay tres bonitos
ventanales ajimezados con capiteles románicos en los que están representados
caballeros y figuras mitológicas.
Entre uno de los torreones circulares y otro cuadrangular se
encuentra la puerta de entrada a la que se accede por un puente tendido sobre
el foso, que era levadizo y, aunque en la actualidad es fijo, no deja de ser
espectacular.
Las murallas del castillo fueron
restauradas, pero el interior es diáfano, siendo utilizado para usos culturales
y también deportivos. Una cosa curiosa es que allí llegó a haber tres “pistas”
o “canchas” para el juego de bolos tradicional.
Como puede verse en estas imágenes sigue
siendo utilizado para ese fin y nos ha llamado la atención que las canchas que
aparecen en estas dos fotos son diferentes, sin que hayamos podido constatar si
pertenecen a épocas diferentes o son simultáneas.
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