En el recorrido que estamos efectuando en
torno a los cementerios militares extranjeros en España, queremos hacer mención
a un caso especial, el del enterramiento del general británico John Moore
(1761-1809).
Moore había quedado al frente de las tropas británicas destacadas en España, durante la Guerra de la Independencia y aquí le sorprendió la llegada de Napoleón, al frente de un ejército de 200.000 hombres. Comoquiera que sus fuerzas eran mucho más reducidas, decidió emprender la retirada hacia Galicia, pero Napoleón envió en su persecución al mariscal Soult, quien lo alcanzó en la localidad coruñesa de Elviña.
El 16 de enero de 1809, en las afueras de La
Coruña se enfrentaron 14.000
soldados británicos, bajo el mando del general John Moore, y 20.000 soldados
franceses con el mariscal Soult al frente. Para evitar ser aniquilados, Moore
decidió embarcar a sus fuerzas en los buques de la Royal Navy allí fondeados,
cuyos cañones mantenían alejados a los franceses. Pudo lograrlo a costa de
perder cerca de 1.000 hombres, frente a las 1.500 bajas de los franceses, por
lo que el resultado final pudo ser considerado como una victoria pues, como
ocurriera en Dunquerke durante la II Guerra Mundial, consiguió salvar a la
mayor parte de su ejército. Pero, alcanzado por un proyectil en el pecho Moore
no pudo disfrutar de esa pírrica victoria ya que falleció allí mismo. Fue
enterrado, un tanto precipitadamente, en un baluarte de la ciudad, como él mismo
había manifestado, junto a la tumba del brigadier Robert Anstruther, muerto el
día anterior.
Cuando Soult, avanzó y entró en La Coruña, fiel al espíritu
de su tiempo, rindió honores al general enemigo, ordenando colocar una
inscripción en latín que decía “Hit cecidit Johannes Moore, dux exercitus/ in
pugna januarii XVI, 1809/contra gallos a duce Dalmatie ductos” (Aquí cayó John
Moore, caudillo del Ejército en la batalla de 16 de enero de 1809 contra los
franceses mandados por el duque de Dalmacia). Quiso también construir un monumento,
lo que no pudo llevar a cabo por su precipitada evacuación de la ciudad.
Fue el marqués de la Romana, que había recuperado la plaza,
quien ordenó exhumar el cuerpo de Moore y colocarlo en un ataúd que fue inhumado
en el centro del baluarte de San Carlos, con un obelisco de madera sobre él.
El monumento en madera fue
deteriorándose rápidamente y fue reemplazado por un plinto de granito, sobre
tres escalones, rematado por una tapa que lo cubría a cuatro aguas.
En 1824, el cónsul inglés en La Coruña,
Richard Bartlett mandó construir en torno al monumento un parapeto de piedra,
jalonado por pilastras almohadilladas, delimitando un espacio que, al parecer,
sirvió de enterramiento para algunos ciudadanos británicos que no podían ser
inhumados en el cementerio católico de la ciudad. Hay quienes sostienen que
allí también están sepultados los oficiales británicos que fallecieron en la
batalla en la que Moore encontró la muerte.
Pero fue el brigadier D. Francisco
Mazarredo Gómez de la Torre quien, siendo Gobernador Militar de la ciudad,
acometió la transformación del baluarte de San Carlos en el primer jardín público
de La Coruña. En el centro del mismo se situaba la tumba de Moore, realzada por
un sarcófago de piedra blanca, sobre el monumento original, con el añadido de
unos vasos o jarrones en las esquinas del parapeto original, que no gustaron
nada a los ingleses, y todo ello rodeado por una verja de hierro.
En 1891, el cónsul británico hizo
colocar en el parapeto una placa de mármol, haciendo visible el sentido del monumento
con el nombre de sir John Moore y las circunstancias de su fallecimiento.
En 1927, el Alcalde D. Manuel Casás
colocó tres lápidas de mármol. En dos de ellas se reprodujeron sendos poemas de
Charles Wolfe y de Rosalía de Castro, dedicados al general británico. El primero de ellos muy popular en Inglaterra.
En una tercera se reprodujo, en español,
la proclama que Lord Wellington dirigió al Ejército, tras la victoria de San
Marcial que terminaba diciendo “Españoles, dedicaos todos a imitar a los inimitables
gallegos.
Hay otra lápida, que inicialmente había
sido colocada en la reja que rodea la tumba, recordando a los fallecidos en el
naufragio del crucero HMS Serpent, acaecido el 10 de noviembre de 1890,
frente a cabo Villano, en el que murieron 162 hombres, de los 165 que componían
su dotación.
Actualmente, la tumba está rodeado por un
hermoso jardín, habiéndose convertido en uno de los atractivos de la ciudad y
centro de repetidos homenajes al ilustre militar británico, cuyo busto está
situado frente a ella, desde 2004.
Pero, aunque el cuerpo de Moore no fue
repatriado a Inglaterra, en la catedral de St. Paul de Londres le fue dedicado,
en 1815, un precioso cenotafio, obra del escultor John Bacon Jr. en el que está
representado el ilustre general, en el momento de recibir sepultura, de manos
de dos figuras que simbolizan el Valor y la Victoria alada, mientras un niño
sostiene en alto sus trofeos militares.
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