Entre aplausos, vítores y el Himno Nacional interpretado por la Agrupación Musical Borjana, la Virgen de la Peana inició su triunfal recorrido por las calles de Borja. Y lo hizo por la puerta del claustro, como cada año, aunque en esta ocasión el Rosario de Cristal fue algo más reducido de lo que es habitual.
Nuestra Patrona llevaba al cuello la
Cruz pectoral que el Sr. Obispo D. Vicente Rebollo le había colocado por la mañana,
mientras que el Prelado lucía la del cardenal Casanova y su báculo que, a su
fallecimiento, legó a la Virgen.
Con la Virgen desfilaron los faroles “grandes”
del Rosario, fabricados hace casi cien años en los Talleres Quintana de
Zaragoza. Se acerca, por lo tanto, el centenario de nuestro Rosario que, como
recordarán nuestros lectores, fue declarado Fiesta de Interés Turístico por el
Gobierno de Aragón.
Entre los faroles, que representan a
los cinco Misterios Gloriosos, marchaban muchas personas ataviadas con el traje
regional.
Delante de la Virgen iban las banderas
y estandartes de todas las cofradías y asociaciones religiosas borjana, así
como los niños y niñas de Primera Comunión que, en nuestra ciudad, la reciben
antes de este día para poder acompañar a nuestra Patrona con sus trajes de
comulgantes.
Enrique Lacleta nos ha traído bonitas imágenes
del paso del Rosario por las calles de la ciudad, de las que hemos seleccionado
éstas de las calles de San Francisco y Costa.
Pero, el momento más esperado y más emocionante
es el de la entrada del trono de la Virgen por el pórtico de Santa María,
iniciando su recorrido por la nave hasta llegar al presbiterio.
Entre aplausos y vivas, la Virgen llega
al final de su recorrido, en lo que para los borjanos está asociado a los momentos
más emocionantes de su vida, especialmente para los que residen lejos de la
ciudad que les vio nacer. No es de extrañar, por lo tanto, que las lágrimas
afloren a los ojos de muchos de ellos.
Sin duda, nuestro obispo que, por vez
primera, la contemplaba quedó impresionado por esta explosión de fervor popular,
antes de dirigirse a todos los presentes, resaltando el significado del amor de
María a todos sus hijos. Sus palabras culminaron con un vibrante “Viva la Virgen
de la Peana”, con el que se puso fin a una intensa jornada de fervor mariano.
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