Revisando fotografías de Ambel para una persona que no había solicitado algunas vistas de la localidad, apareció la imagen que mostramos, con los respiraderos de las bodegas que, según las zonas, reciben nombres como “tuferas”, “fumeros” o “zarceras”. Detrás de ellos se ve un gran edificio, con la torre de la ermita del Rosario al fondo.
No sabíamos que ese edificio, ya
desaparecido, había sido el antiguo cuartel de la Guardia Civil en Ambel e,
incluso, desconocíamos que hubiera habido puesto en esa localidad.
Cuando la Guardia Civil era realmente
una fuerza de protección rural (misión para la que fue creada), disponía de una
tupida red de cuarteles que ejercían un control total del territorio, a pesar
de no disponer de los medios de locomoción actuales. En la mayoría de los casos
las patrullas de las “parejas” se realizaban a pie y, mucho más tarde,
dispusieron de bicicletas.
En nuestra zona hemos conocido los
cuarteles o puestos de Vera de Moncayo, Tabuenca, Calcena, Fuendejalón,
Magallón, Mallén y Gallur, al que añadimos ahora el de Ambel.
Pero, el cuartel de Ambel nos ha hecho
recordar lo ocurrido cuando Florentino Ballesteros toreó en esa localidad. Florentino
Ballesteros fue uno de los grandes toreros aragoneses, cuya brillante carrera
se vio truncada al morir, víctima de una cogida sufrida en la plaza de Madrid
el 22 de abril de 1917, cuando tan solo tenía 24 años. Nacido en Zaragoza el 11
de enero de 1893, fue abandonado en el Hospicio Provincial de la capital
aragonesa, donde su proximidad al coso de la Misericordia hizo surgir en él su
afición a los toros. Debutó como banderillero y el 16 de junio de 1912 lo hizo
como banderillero, iniciando una fulgurante carrera que le llevó a tomar la
alternativa en Madrid, el 13 de abril de 1916, actuando como padrino Joselito y
como testigo Francisco Posada.
Fue D. Antonio Aragón Pérez quien nos
relató la historia de esa corrida. Según los datos recabados por él, entre los
años 1915 y 1918 se celebraron en aquella localidad diversos festejos taurinos,
con motivo de sus fiestas patronales. En una de las ocasiones, probablemente en
1915 pues aún no había tomado la alternativa, Florentino Ballesteros toreó un
novillo. Debió hacerlo atendiendo a una invitación personal y como un hecho
excepcional, pues no se trataba de una novillada en el sentido estricto de la
palabra, por lo que iría vestido de corto.
El ruedo formado por carros se instaló
en la plaza de San Miguel, con un tablado para la música, mientras que las
autoridades y las reinas se aposentaron en los arcos de la iglesia parroquial,
que entonces estaban abiertos, decorados con mantones de Manila.
Salió a pedir la llave Primo Berna
Moreno “Rivera” sobre una hermosa yegua que, curiosamente, era propiedad de
Pablo del Campo Alvarado, el fundidor de campanas establecido en Ambel, y el
festejo transcurrió con normalidad hasta el momento de entrar a matar.
Por causas desconocidas, el joven
novillero se encontró sin estoque a la hora de entrar a matar y, comoquiera que
era el único diestro presente en la plaza, tuvo que hacer uso del sable de un
Guardia Civil que, desde luego, no era el del aguerrido sargento que aparece en
esta fotografía (tomada de Internet), aunque tendría características similares.
Creemos que, con semejante “arma”, no
podría asestar una estocada en todo lo alto, teniendo que recurrir a un
bajonazo para acabar con la res, lo que no le impidió cortar trofeos que paseó
entre los aplausos de los asistentes.
Cuando dimos a conocer esta anécdota,
hace ya unos años, dijimos que no podíamos corroborar la veracidad de la misma,
pues se basaba en testimonio orales de segunda mano, dados los cien años
transcurridos, pero nuestro informante los escuchó directamente de una tía
suya, llamada Inés Aragón, que había estado presente en tan singular
acontecimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario