martes, 30 de junio de 2020

In memoriam. Hermana Josefina Ferrández Rodríguez


         Al hacer alusión a los borjanos fallecidos como consecuencia de la epidemia omitimos, por desconocimiento, el nombre de una religiosa ejemplar, natural de nuestra ciudad: La hermana Josefina Ferrández Rodríguez, de la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana.

         Cuando ayer nos comunicó su hermana Nieves que su muerte había acaecido el pasado 1 de mayo, en la Casa de Salud de Valencia, donde venía prestando servicio desde hacía 20 años, nos impresionó vivamente y, sobre todo, nos sorprendió que la noticia no hubiera llegado a nuestro conocimiento en el momento oportuno. De hecho, la presencia de sus hermanos en el acto oficial de la plaza de España no la relacionamos en concreto con ella. De ahí, que hoy queramos rendir nuestro particular homenaje a esta religiosa, hija de D. Francisco Ferrández y de Dª. María Luisa Rodríguez, que había nacido en Borja el 10 de febrero de 1942.




         En la reseña biográfica que insertamos en nuestro Diccionario, destacábamos que había ingresado en la Congregación el 15 de septiembre de 1963, emitiendo los Primeros Votos el 15 de septiembre de 1965 y la Profesión Perpetua el 14 de septiembre de 1972.
         En 1976 fue elegida Superiora de la Clínica de San Juan de Dios de Zaragoza. Dos años después fue nombrada Maestra de Junioras del Juniorado Interprovincial de Zaragoza y, en 1982, Vicaria y Encargada Provincial de Sanidad de la provincia “Ntra. Sra. del Pilar”, con sede en la capital aragonesa.
         Su vinculación al mundo de la Sanidad fue una constante a lo largo de toda su vida. En 1989 fue elegida Consejera General y encargada de ese sector en toda la congregación, desempeñando ese cometido durante doce años. Durante esa etapa pasó una temporada en Albania atendiendo a los refugiados de Kosovo en el año 1999.

En octubre de 2001 fue destinada a esa Casa de Valencia donde ha fallecido. Allí trabajaba en la UCI de neonatos y, como se destacaba en el cariños recuerdo que le dedicó otra religiosa borjana, la hermana Lucrecia Urzay Compans, hace tiempo que la vida era un regalo para ella y así la compartió, en servicio a los más pequeños, pequeñísimos. Muchos años entre cunas y recién nacidos, muchos años sosteniendo esos primeros minutos de vida, muchos años contemplando rostros atentos que nacen a la vida.




         Como se ponía de manifiesto en la necrológica de la Congregación, el ser la mayor de seis hermanos marcó su vida con el sello de la responsabilidad madura y la capacidad de trabajo. Fue una mujer de fe recia, austera y fiel. Disponible siempre al querer de Dios, se entregó con detalle en todos los servicios que la Congregación le iba pidiendo. Fue fiel a su vocación que la tradujo en entrega generosa desde la fidelidad al Carisma congregacional. En su servicio de Formadora inculcó con tenacidad el amor a los Fundadores, a la Congregación, el sentido de pertenencia y la fidelidad carismática. Se entregó con tesón en su servicio en la enfermería y fue una buena consejera en sus años desde el servicio de autoridad.
         Tras varios días luchando por la vida, aceptando sus sufrimientos, llegó su fin en el centro hospitalario en el que había sido feliz durante los últimos años, precisamente al inicio de ese mes en el que los borjanos celebramos la fiesta de nuestra Patrona, Nuestra Señora de la Peana, cuyo nombre lleva otra de sus hermanas, también religiosa de Santa Ana.
         Aunque sea tarde, no queremos dejar de hacer llegar el sentimiento de nuestro pesar a toda su familia y a la Congregación en la que, con tan generosa entrega, desempeñó fielmente la misión que el Señor le había encomendado.

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