miércoles, 3 de junio de 2020

Restauración de la torre del reloj



         Las torres de la antigua colegiata de Santa María, junto con el peñón del castillo, constituyen uno de los elementos de referencia del perfil urbano de nuestra ciudad.

         Como es sabido, la que aparece a la izquierda de esta última imagen es la llamada “torre de las campanas” que tiene una llamativa inclinación, mientras que la otra, más esbelta, es la del reloj, dado que solo sirve de alojamiento para las de éste medidor acústico del tiempo.
 


         El paso de los siglos y los embates de algunos conflictos armados, especialmente la Guerra de Sucesión, les ocasionaron serios daños por lo que, en los últimos años, han sido objeto de varias restauraciones. En esta fotografía se pueden ver los andamios instalados en 1986, cuando la torre del reloj fue objeto de la primera intervención.



         Después fue restaurada la de las campanas, pero sólo sus cuerpos superiores, quedando pendiente una actuación posterior que nunca se llevó a cabo. No deja de ser significativo que esta torre siempre presentó problemas estructurales que obligaron a macizar el cuerpo inferior, sin que existan registros que permitan aseveras que, con ello, se logró contener la inclinación, cuestión que sigue provocando cierto temor, especialmente desde que las campanas volvieron a sonar.





         Pero hoy queremos referirnos a la última intervención realizada en la torre del reloj, cuyo estado era muy deficiente, a pesar de que, desde la distancia, no se apreciaban bien todas sus patologías.




         Por eso, en 2001, se decidió acometer su completa rehabilitación que afectó a su estructura, sus paramentos y el chapitel que la remata.






         En estas fotografías se aprecia muy bien el deficiente estado en que se encontraba el chapitel cuya armazón fue completamente renovada, cubriéndola con nuevas placas metálicas. Son imágenes curiosas y poco conocidas.



         El resultado final fue muy llamativo, especialmente cuando se la contempla desde el interior del claustro, ya que lo permiten las cristaleras instaladas en sus vanos.

Es una torre esbelta que fue creciendo en el transcurso de tiempo, desde la primitiva base románica de piedra, hasta el remate barroco, pasando por los cuerpos levantados tras la guerra de los dos Pedros (siglo XIV) y el de Antón de Veoxa (siglo XVI).





          Además, su interior es practicable desde el claustro, conservándose las escaleras del primer cuerpo, a las que se accede por una belle puerta de arco apuntado. Sin embargo, sus cuerpos superiores fueron aligerados de peso, eliminando las viejas escaleras que fueron reemplazadas por otras metálicas.

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