Las torres de la antigua colegiata de Santa María, junto con
el peñón del castillo, constituyen uno de los elementos de referencia del
perfil urbano de nuestra ciudad.
Como es sabido, la que aparece a la izquierda de esta última
imagen es la llamada “torre de las campanas” que tiene una llamativa
inclinación, mientras que la otra, más esbelta, es la del reloj, dado que solo
sirve de alojamiento para las de éste medidor acústico del tiempo.
El paso de los siglos y los embates de algunos conflictos
armados, especialmente la Guerra de Sucesión, les ocasionaron serios daños por
lo que, en los últimos años, han sido objeto de varias restauraciones. En esta
fotografía se pueden ver los andamios instalados en 1986, cuando la torre del
reloj fue objeto de la primera intervención.
Después fue restaurada la de las campanas, pero sólo sus
cuerpos superiores, quedando pendiente una actuación posterior que nunca se
llevó a cabo. No deja de ser significativo que esta torre siempre presentó
problemas estructurales que obligaron a macizar el cuerpo inferior, sin que
existan registros que permitan aseveras que, con ello, se logró contener la
inclinación, cuestión que sigue provocando cierto temor, especialmente desde
que las campanas volvieron a sonar.
Pero hoy queremos referirnos a la última intervención
realizada en la torre del reloj, cuyo estado era muy deficiente, a pesar de
que, desde la distancia, no se apreciaban bien todas sus patologías.
Por eso, en 2001, se decidió acometer su completa
rehabilitación que afectó a su estructura, sus paramentos y el chapitel que la
remata.
En estas fotografías se aprecia muy bien el deficiente estado en
que se encontraba el chapitel cuya armazón fue completamente renovada,
cubriéndola con nuevas placas metálicas. Son imágenes curiosas y poco
conocidas.
El resultado final fue muy llamativo, especialmente cuando
se la contempla desde el interior del claustro, ya que lo permiten las
cristaleras instaladas en sus vanos.
Es
una torre esbelta que fue creciendo en el transcurso de tiempo, desde la
primitiva base románica de piedra, hasta el remate barroco, pasando por los
cuerpos levantados tras la guerra de los dos Pedros (siglo XIV) y el de Antón
de Veoxa (siglo XVI).
Además, su interior
es practicable desde el claustro, conservándose las escaleras del primer
cuerpo, a las que se accede por una belle puerta de arco apuntado. Sin embargo, sus cuerpos superiores fueron aligerados de peso, eliminando las viejas escaleras que fueron reemplazadas por otras metálicas.
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