Seguimos
dando cuenta de la recepción de nuevas obras relacionadas con Juan David García
Bacca. En esta ocasión reseñamos cuatro ejemplares de la revista Cuadernos Americanos, que dirigía Juan
Silva Herzog, con la que colaboraba habitualmente García Bacca. Hay que
advertir que los números que aparecen en las portadas no corresponden al orden
correlativo de la revista, sino al de los volúmenes aparecidos en cada año.
Concretamente, la primera de las recibidas, que lleva el nº 1, es la de
enero-febrero de 1994. En ella aparece un artículo de García Bacca titulado “Las
flores y la flor; la Filosofía y las filosofías”. Solía comenzar nuestro autor
muchos de sus trabajos con una cita literaria. En este caso de Mallarmé y
referida a la flor, definida como “la ausente de todo ramillete”, lo que le
sirve para establecer un paralelismo con la Filosofía, como “la ausente de todo
ramillete de sistemas filosóficos concretos”, para concluir que el hecho de la
existencia de multitud de filosofías a lo largo de la historia se funda en el
hecho de que somos pura y simplemente hombres, aunque el hecho de que toda
filosofía tienda a convertirse y pretenda ser la Filosofía por excelencia, se
funda en la pretensión real de transcendencia, lo que llama la transfinitud
real del hombre, aunque advierte sobre que el hombre, mientras sea tal, no
puede convertir su transfinitud en infinidad, sus pretensiones de ser dios en
ser Dios. De ahí que esa pluralidad de filosofías es el más claro exponente de
que todavía somos puros y simples hombres, aunque pretendamos dejar de serlo.
Sobre ese riesgo, termina el artículo afirmando que “ser valientemente,
plenariamente, desmesuradamente filósofos es la mejor y más peligrosa
preparación para ser Dios, que cuanto más alto se eleva un pararrayos y más
sutil es su punta tanto más probable es que un rayo poderoso del cielo lo
funda, disuelva y volatilice, y deje así de ser pararrayos y llegue a ser rayo”.
El
siguiente volumen es el nº 6 de ese mismo año de 1944 en el que publicó un
artículo que en el índice se reseña como “El sentido de la Nada en Heidegger y
San Juan de la Cruz”, aunque el título real es más amplio, dado que hace
referencia a la Metafísica del primero y a la experiencia mística del segundo. Siempre
partiendo de una metáfora, en este caso geodésica, García Bacca presenta a
Santa Teresa y a San Juan de la Cruz como auténticos terremotos espirituales y
máxima expresión de un vulcanismo divino, aunque de honda raigambre española
que, en cierta manera, se ha perpetuado en el tiempo. De ahí, su revelación de
que leyendo simultáneamente a Heidegger y a San Juan de la Cruz “me
estremecieron tanto algunas frases de Heidegger, al parecer de inofensivo
alcance teórico, que sospeché si en el subsuelo del español que las leía no se
ocultaba un sismógrafo sutil que convertía una afirmación teórica en terremoto
viral. Y San Juan de la Cruz me dio la clave y hasta la castiza expresión del
fenómeno”. A intentar razonarlo dedica el trabajo, para poner de manifiesto que
San Juan partió de experiencias interiores muy parecidas a las de Heidegger,
pero llegó a bien diverso término. No se paró en metafísica, llegó a Teología
mística, porque la revelación de Dios infinito es el acaecimiento correlativo a
la presentación del concepto de Ser y de Nada en Heidegger. García Bacca que
rechazaba la filosofía escolástica, consideraba al mismo tiempo que nuestro
filosofar no podía ser heideggeriano, porque “los genuinos españoles guardan
todavía ese rescoldo divino” y preguntarse sobre la posibilidad de incorporar a
nuestro filosofar las grandes experiencias místicas, terminando con unos
impresionantes versos de Unamuno.
Otro volumen recibido es el nº 4 del año 1945, correspondiente a julio-agosto y en
el incluyó un texto titulado “La Filosofía de Husserl y el poema Hérodiade de Mallarmé” que, en realidad,
es uno de los capítulos de su obra Filosofía
en metáforas y parábolas que se disponía a publicar. García Bacca que al
referirse a su erudición literaria la califica “no muy abundante por cierto”,
maneja sin embargo con soltura tanto los temas de su especialidad, como los
científicos por los que siempre se sintió, especialmente atraído, sin desdeñar
un evidente conocimiento de las obras más destacadas de la Literatura universal
a las que recurre con habilidad a la hora de analizar determinadas teorías
filosóficas, en este caso la fenomenología trascendental que, con indudable
ironía, señala que debería colocarse bajo el patrocinio de una santa francesa,
Sainte Nitouche, cuyo nombre traduce como Santa Mírame y no me toques. Y
refiriéndose a la Hérodiade de
Mallarme indica que en uno de sus poemas encontró la crítica más certera de ese
tipo de filosofar. El artículo es una crítica a la obra de Husserl, a través de
citas no solo del poema de Mallarmé, sino del recurso al refranero español con
traducciones libérrimas de algunas expresiones acuñadas por el filósofo moravo
y especialmente de San Agustín con una cita del cual termina el artículo “no
entrarás en la verdad, porque tu método no pasa por la caridad”.
Terminamos
hoy estas apresuradas reseñas con la del volumen 3 de 1958, correspondiente a
mayo-junio, en el que publicó un artículo titulado “Camus y la Filosofía
contemporánea”. Partiendo de la realidad de que una cosa es cómo los filósofos “oyen
su filosofía tal cual les suena por dentro” y otra cosa muy distinta lo que
dicen otros de su filosofía, sean literatos, políticos o religiosos, se plantea
la necesidad de escuchar la imagen que perciben de ellos los grandes literatos
de la época y, en concreto, Albert Camus, cuya percepción de los sistemas
filosóficos del momento no era nada placentera ni tranquilizadora. Pero, como
los filósofos no son “gente a quien guste recibir lecciones de nadie y menos de
los extraños”, las opiniones de Camus no podían agradar ni a los religiosos que
defendían la filosofía tomista ni a hegelianos de izquierdas o marxistas del
momento. Porque, en opinión de García Bacca, unos y otros se enfrentan al
problema de estructurar su sistema una vez vencido el plazo para el
cumplimiento de sus profecías inmediatas. En el caso del Cristianismo la
inmediata llegada de la Parusía; para Marx, el hundimiento del capitalismo y la
aurora del comunismo, con la apoteosis del Hombre, en virtud de la economía y
por obra de la dialéctica, bajo la forma del materialismo histórico. Por ello,
se hace organizar la esperanza, apuntalar la fe y ello, mediante una receta
clásica: el terrorismo de Estado. A los ojos de Camus, el idealismo de Hegel y
su forma extremadamente real de Marx, tiene cara de asesino. De ahí su
propuesta de El hombre rebelde, de la que García Bacca resalta una cita según
la cual los auténticos rebeldes “rehúsan la divinidad, porque rechazan el poder
absoluto de dar la muerte. Elige y nos dan cual ejemplo, la sola regla que en
el día de hoy resulta verdaderamente original: aprender a vivir y a morir y,
para ser hombre, negarse a ser Dios”.
Naturalmente,
se podrá o no estar de acuerdo con el pensamiento de García Bacca o con el de
cada uno de los autores que disecciona, tanto en artículos como en reseñas,
pero lo que no puede ser discutido es la fecundidad de su trabajo, puesta de
manifiesto en su amplísima producción que, como esfuerzo propio de titanes
intentamos reunir, merced al impulso del Dr. D. Roberto Aretxaga que nos señala
las obras que debemos adquirir y que, en el caso de estos Cuadernos Americanos, nos ha servido para descubrir una revista
extraordinariamente interesante por sus contenidos.
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