La primera fiesta importante del año en Albeta es la de San
Antón en cuya víspera se encienden hogueras. Aquí se mantiene la tradición de
hacerlas en diversos lugares del casco urbano, a diferencia de otros lugares en
los que han quedado reducidas a una sola en el lugar más emblemático. Es una
celebración participativa en la que los vecinos de cada calle comparten los
alimentos que se asan en ellas.
Al día siguiente, tiene lugar la Misa y la procesión en la
que la peana del Santo va decorada con un elevado número de roscones. Desde hace
unos años se ha introducido la costumbre de bendecir a los animales domésticos
al término de la celebración eucarística.
Como preludio de la Cuaresma se celebra el “Jueves Lardero”
con la preparación de los “palmos”, bocadillos de pan con embutidos asados, en
este caso, cuya longitud corresponde al palmo de la mano de las personas a los
que van destinados. Al igual que en Agón, Bisimbre y Magallón, en Albeta era
costumbre disfrazarse en Carnaval con una máscara de lienzo que tenía orificios
para los ojos. A los así ataviados se les llamaba “cipoteros".
La Semana Santa en Albeta tiene un carácter eminentemente
religioso, centrada en las celebraciones litúrgicas propias de esos días. En la
tarde del Viernes Santo se rezaba en procesión el Vía Crucis por las calles del
municipio en las que, en determinadas fachadas, unos azulejos marcaban las
distintas estaciones.
Desde
hace algunos años, participa en el recorrido la
cofradía de Nuestra Señora de los Dolores y Jesús camino del Calvario de
Bulbuente, que con los toques de tambores, trompetas y dulzainas van marcando
las paradas y el recorrido de estación en estación.
En julio se celebran las fiestas en honor a Santiago Apóstol
que es el titular de su iglesia parroquial. Es interesante destacar la
vinculación entre el Apóstol y la Virgen del Pilar, a la que la condesa de
Castelflorit, una de las señoras de Albeta, profesaba especial devoción, hasta
el punto de que legó la mitad de sus bienes a las obras de templo del Pilar.
Por ese motivo, el retablo mayor de la parroquia de Albeta estaba presidido por
un lienzo que representaba la visita de la Virgen a Santiago, acompañado por
los Santos Varones. Cuando el retablo fue renovado en el siglo XIX, el lienzo
fue reemplazado por la imagen que actualmente se saca en procesión el día 25 de
julio, aunque se conserva otro lienzo de la Virgen del Pilar en el ático del
retablo de San Antonio Abad.
Pero, la principal seña de identidad del municipio, en torno
a la cual giran sus principales tradiciones, es la devoción a la Virgen del
Rosario. Ello tiene una explicación ya que Santiago había sido el patrón de los
musulmanes que, en exclusiva, habitaban en esta localidad, entonces barrio de
Borja, tras su conversión. La expulsión de los moriscos decretada en 1610,
provocó el abandono total de sus casas, ocasionando un grave perjuicio a los
señores temporales que vieron como sus tierras quedaban sin poder ser
cultivadas. Fue preciso recurrir a nuevos pobladores cristianos que, poco a
poco, se fueron asentando, siendo ellos los que decidieron acogerse al
patronazgo de la Virgen del Rosario.
En 1692 constituyeron una cofradía para favorecer el culto a
esa advocación mariana que, desde sus inicios, tuvo carácter devocional y
levantaron una capilla adosada al templo que muy pronto se convirtió en
poderoso centro de atracción, dado los prodigios que allí se obraban por
intercesión de la Virgen.
Uno de los que más eco alcanzó tuvo lugar en 1740 cuando la
niña Miguela Modrego contó que se le había aparecido la Virgen, expresándole el
deseo de que el Santo Rosario fuera la principal devoción de los habitantes de
Albeta.
Ello provocó la apertura de una investigación que fue
encomendada a mosén Juan Ximeno Claramonte, beneficiado de la iglesia
parroquial de Magallón, el cual se trasladó hasta Albeta para tomar declaración
a la niña. Al llegar, se entrevistó con el vicario D. Pedro Torralba,
mostrándose sumamente escéptico respecto a lo acaecido, por entender que “Nuestra
Señora no necesita de nuevas glorias”. Sus comentarios fueron tan despectivos
que el vicario de Albeta llegó a advertirle de que tuviera cuidado “no sea que
Nuestra Señora le castigue por dudar en esto”.
Antes de proceder a la instrucción de los hechos, quiso
celebrar el Santo Sacrificio de la Misa en el altar de la Virgen del Rosario y,
cuando se encontraba desplegando los corporales”, quedó de repente privado de
la vista. Sumamente alarmado por el inesperado accidente, se encomendó a la
protección de María y, poco a poco, fue recobrando la visión. De ello se
levantó un acta y el suceso tuvo una enorme repercusión en toda la comarca.
Pero la fama de la Virgen del Rosario se extendió también,
al serle atribuidos numerosos milagros, relacionados en algunos casos con
posesiones diabólicas. Hasta su capilla acudían madres, procedentes de diversos
lugares, unas veces con los enfermos y otras con hatillos de sus ropas. Allí,
tras realizar los correspondientes exorcismos, María “Salus infirmorum”
concedía la gracia de su curación que encontraba su reflejo en el gran número
de exvotos que colgaban de las paredes de la capilla, retirados a mediados del
siglo XX.
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