A punto de finalizar su recorrido por todas las localidades de la zona, Jaime Suñer estuvo en Mallén, antes de que apareciera el reportaje al que aludimos en otro artículo. Su interés estaba centrado en el primitivo templo románico sobre el que se construyó la actual iglesia parroquial.
De
aquel monumento se ha conservado el bello ábside, que ofrece la singularidad de
que sus sillares son de alabastro blanco. Jaime no lo pudo admirar, pero para
su trabajo dispone de abundante documentación fotográfica.
Hasta
su restauración se conocía la existencia de esos importantes restos, dado que “emergían”
sobre los tejados de algunas dependencias. Pero, junto a ellos, quedaba el
arranque de la muralla que, injustificadamente, se decidió eliminar.
Lo que
sí pudo ver Jaime fueron los sillares reaprovechados en la actual fábrica del
templo e, incluso, el crismón que perteneció a la portada de acceso y que se
mantiene en la fachada principal.
Es tan
elevado el número de sillares que subsistente, tanto en los muros de la iglesia
como en la planta baja del palacio de los Zapata, que casi se podría
reconstruir con ellos el antiguo templo románico.
Ello
no es posible, dado que la historia de la Arquitectura registra casos como el
de Mallén en el que un monumento de reutiliza para construir otro y,
frecuentemente, cualquiera de ellos es fruto de una superposición de estilos
que responden a los gustos de cada momento. Pero de lo que no cabe duda es que
estas iglesias de alabastro que existieron en el valle del Huecha, debieron
ofrecer a la vista un aspecto extraordinario.
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