La gran pandemia de la mal llamada “gripe española”, porque comenzó en los Estados Unidos y la trajeron a Europa los soldados que intervinieron en la I Guerra Mundial, desconcertó a los médicos del momento ya que, como ha ocurrido en otras ocasiones, desconocían prácticamente todo sobre el agente causal, sus mecanismos de transmisión y la manera de combatirlo. De ahí que en Borja recurrieran a un procedimiento de dilatada tradición en la Medicina como era el de las sangrías, que no sólo no beneficiaban al enfermo, sino que contribuían a debilitarlo. A pesar de ello, la gente se aferraba a ello con auténtica devoción y protestaba porque no se le practicaban a tiempo.
La sangría
cuya justificación estaba basada en la llamada teoría humoral, pretendía recuperar
el equilibrio entre los humores del organismo, eliminando los perniciosos a
través de la sangre extraída. Ello podía hacerse mediante flebotomía, con una
incisión en las venas del brazo u otras, o bien por medio de sanguijuelas que
se aplicaban a la piel.
Pero,
en el caso que nos ocupa, se recurría a las ventosas. Ya vimos en el artículo
anterior que los afectados de Borja se quejaban de que había pocas en nuestra
ciudad. Aunque su uso ha llegado hasta nuestros días (las hemos visto
prescribir) y son frecuentes en la medicina tradicional china y en la
alternativa, algunos de nuestros lectores posiblemente no las conozcan.
Se trata
de unos recipientes de vidrio, como si fueran vasos en los que se introduce un
hisopo encendido para calentar el aire de su interior. Inmediatamente se
aplican a la piel y, al enfriarse, producen un efecto de succión dando lugar a
la salida subcutánea de sangre. Hay ventosas que disponen de una llave a través
de la cual se extrae mecánicamente el aire, sin recurrir al hisopo encendido.
Las
consecuencias son la aparición de unos hematomas, más o menos espectaculares,
con la sangre acumulada bajo la piel, como se pretendía.
Pero
esta técnica que, en principio puede sorprendernos ha hecho su irrupción en el
mundo del Deporte, especialmente desde que la popularizara Michael Phelps, el
gran campeón olímpico de natación.
No es
extraño, desde entonces, ver a deportistas con hematomas circulares como
consecuencia de la aplicación de esta técnica que, según afirman sus
defensores, tiene efectos beneficiosos para prevenir lesiones y ayudan a la
recuperación aumentando el flujo circulatorio. Ni que decir tiene que otros
autores consideran que se trata, más bien, de un efecto placebo y que su empleo
entra dentro del terreno de la pseudo-ciencia, aunque no existen los
suficientes estudios científicos para decantar estas opiniones.
Lo
único cierto es que, en el caso de la gripe, las ventosas no curaban, sino que
contribuían a agravar la situación de los afectados.
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