Ayer alcanzamos el número de 100.000 fotografías catalogadas de las conservadas en nuestro Centro y lo hicimos registrando las imágenes que Enrique Lacleta realizó de las obras expuestas en el Museo de la Colegiata y al revisarlas hemos querido mostrar aquellas que, de una manera patente, muestran el dolor y el sufrimiento en los rostros de Jesucristo y de su Madre.
Sin
duda, una de las piezas más interesantes es este Ecce Homo de autor desconocido
pero de indudable calidad en el que el artista supo reflejar con intensidad la
expresión de quien había sido objeto, de maltrato y vejaciones antes de ser
mostrado al populacho, coronado de espinas y con un manto púrpura con el que se
pretendía ridiculizarlo. La boca entreabierta, la sangre que fluye de las
heridas provocadas por las espinas y los ojos elevados al Cielo contribuyen a
dotarla de un tremendo patetismo.
Otra
pieza de singular importancia es este Cristo yacente, de terracota, al que
Gregorio de Mesa quiso dotarle de una faz, todavía cubierta por el rastro de la
sangre pero, en la que consumado el supremo sacrificio, se deja traslucir la
serenidad de quien, en cumplimiento del mandato de su Padre, ha cumplido su misión
redentora.
Aún
más serena es la expresión de este Cristo en la Cruz, ya fallecido y con el
costado atravesado por la lanza que aparece en el Calvario pintado por Juan de
Lumbier y que, como las dos obras anteriores, se pueden contemplar en la sala
III del Museo de la Colegiata de Borja.
En la
misma sala puede verse esta preciosa Piedad en la que la Virgen María contempla
el cuerpo muerto de su Hijo, sostenido por dos ángeles, mostrando en su rostro
el intenso dolor provocado en una Madre por la cruel y terrible pérdida que
acaba de padecer. Recordamos que esta obra fue restaurada como la práctica
totalidad de las expuestas en el museo, pero se decidió no reintegrar el
policromado de la talla en aquellos lugares en los que había desaparecido.
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