En ocasiones anteriores ya hemos mostrado algunos de los impresos de establecimientos comerciales borjanos del pasado. Hoy queremos hacerlo con otros que también hemos ido recopilando. Entre ellos los de grandes comercios como el de Martínez que estaba en la actual calle Goya.
O el
de Juan Gracia que estaba en la plaza de Santo Domingo y llegó a convertirse en
uno de los más importantes, a pesar de lo cual nunca se caracterizó por
utilizar impresos demasiado elaborados. Este es el comercio que llegó hasta
nuestros días teniendo como titular a Pascual Aznar que se anunciaba como “Sucesor
de Juan Gracia”.
Ventura
Martínez distribuía “calzado de lujo” que podía fabricar a la medida. No
estamos seguros pero su establecimiento creemos que estaba en la calle Nueva.
Ya no
existe ninguna sastrería en Borja, aunque se hagan arreglos e, incluso,
contemos con una diseñadora de moda muy reconocida. Pero hubo un tiempo en el
que había más de una, tanto masculinas como femeninas. Disponemos de impresos
de la sastrería de Gregorio Bonel y de la modista Jesús Foncillas Carranza
(pensamos que Jesús se usa también como nombre femenino).
Y lo
mismo sucedía con las guarnicionerías que eran varias y muy acreditadas. Este
impreso es de la de José Navarro y todos recordamos la última que existió en la
plaza de España que, cuando se jubiló su propietario, seguía siendo lugar de
encuentro y reunión.
Entre
los mayoristas o comisionistas tenemos a Fructuoso Arilla, a Juan Cruz Alda que
hacía referencia a la fábrica de harinas “sistema DAVERIO”. Se trataba de un procedimiento
patentado por Daverio Henrici y Cía de Zurich en el que los cilindros de
molturación eran movidos por energía eléctrica en lugar de hidráulica, con
resultados mucho mejores. El tercer impreso es de Félix Giménez que, además, de
su negocio de compra venta, dispuso de uno de los primeros taxis de Borja y de
un camión.
Terminamos
con otro empresario destacado, Miguel Andía, que además de ser comisionista de
trigos, una parte importante de su negocio era el de venta de barbados o
estaquillas de vides americanas. A ellas hubo que recurrir cuando la filoxera
acabó con las autóctonas, debido a que las procedentes de aquel continente no
sucumbían a la plaga.
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