Ha pasado ya bastante tiempo desde que un terrible incendio arrasó lo que, desde hacía casi un siglo, había sido un espacio natural de singular importancia para nuestra ciudad. No hemos vuelto desde los días posteriores a la catástrofe y el comienzo de la tala de tantos árboles quemados que nuestra generación no volverá a ver resurgir.
Aquel castigo de proporciones bíblicas
(y en nuestra opinión lo fue) ha provocado el que todos aquellos que subían
hasta la Muela para disfrutar del contacto con la Naturaleza, paseando por
aquellos hermosos caminos, hayan quedado privados de lo que, para muchos, se
había convertido en una necesaria rutina.
El sábado estuvimos en el Moncayo, la
alternativa más cercana para disfrutar de unos bosques que se salvaron gracias
al sacrificio de otros. Nos sorprendió el que un Parque Natural tan hermoso no
tenga mayor número de visitantes, lo que no deja de ser una ventaja para poder
disfrutarlo sin agobios.
Desde la fuente del Sacristán recorrimos
las sendas del hayedo de Peña Roya, constando la buena señalización, la limpieza
y el cuidado puesto en el mantenimiento de los espacios comunes. Si a ello
unimos la posibilidad de disfrutar de una buena comida en el propio monte, la
experiencia resultó sumamente gratificante sin necesidad de llevar a cabo grandes
excesos y adentrarnos por rutas más exigentes, que las hay.
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