Hemos leído a Domingo Soriano que, en un conocido medio digital, manifestaba su opinión sobre “la ideíta de obligar a que los tapones de las botellas de plástico tengan que quedar unidos al resto del envase tras su apertura”.
Aunque es, a partir de mañana cuando
será obligatorio, ya hace tiempo que los fabricantes se han adaptado a su
entrada en vigor, de manera que ha habido tiempo para constatar que, como
señala el articulista, “coges una botella de la máquina del vending o de la
nevera, la abres, le vas a dar un trago... y el taponcito empieza a dar …:
un poco de leche derramada, un ligero arañazo en la mejilla o una botella que
cierra mal y pierde líquido en el frigo. Y el ciudadano se pregunta,
estupefacto: ¿Y todo esto, por qué?”
La norma nos ha
venido impuesta desde Europa, en el marco de esa persecución al plástico que ha
ido imponiéndose, como la prohibición de las pajitas o las bolsas, entre otras
cosas que hemos ido aceptando con esa resignación bovina que caracteriza al
ciudadano del siglo XXI.
Las razones
esgrimidas van desde el problema de la eliminación del plástico que no parece
ser la principal, dado que unido a la botella o envase el problema persiste, hasta
el riesgo que para los niños entrañan los tapones sueltos. Es posible que al
obligar a que los plásticos vayan pegados a las botellas es más fácil gestionar
la basura y hay menos contaminantes perdidos por ahí.
Pero, el firmante
del artículo se pregunta, aceptando la tesis oficial, si alguien ha pensado
realmente en el saldo total de la propuesta, pues los nuevos cierres pueden
tener consecuencias de segundo orden no demasiado buenas. Por ejemplo, si se te
cae el líquido (y con los que yo he probado hasta ahora, es mucho más probable
que ocurra) puede que tengas que lavar la ropa (más uso de jabón) o limpiar el
frigo o comprarte una segunda botella. Por lo que cada nueva botella usada por
un accidente a causa de los nuevos cierres, deshace muchas de las ganancias
apuntadas en el párrafo anterior. También
vamos a manchar más vasos o dejaremos de reutilizar las botellas, por lo que el
saldo neto comienza a ser aún más negativo.
Al comentario
que hemos reproducido, unimos nuestra opinión, lamentando que el corazón de la
entrada de Bureta no pueda ya continuar llenándose de tapones, aunque por lo
que hemos visto, son muchas las personas que, lo primero que hacen, es
arrancarlos de la botella o envase, con otro efecto negativo: a veces se cortan
o causan heridas en los dedos que hay que tratar, por leves que sean.
En resumen.
¿Hay alguien a quien le guste esta nueva norma? Será, sin duda, un caso
excepcional, pues como comentaba el periodista citado, la razón última de la misma
es fastidiar a la mayoría de los mortales.
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