Sobre
el funcionamiento de la asistencia sanitaria en Borja, durante los siglos XVII
y XVIII, ya nos ocupamos en un artículo publicado en nuestra revista Cuadernos de Estudios Borjanos nº 37-38,
aparecida en 1998.
Explicábamos
allí el sistema, consistente en la “conducción” por parte de los profesionales
contratados por el Ayuntamiento, tras un proceso de selección, cuyo coste era
repartido entre los vecinos, los cuales podían hacer efectiva la cantidad que les
había correspondido en efectivo o en trigo, procedimiento éste más habitual.
En
Borja hubo hasta el siglo XIX, dos médicos y dos cirujanos de los que conocemos
el nombre de todos, a través de los datos reflejados en las actas municipales.
Sin
embargo, no habíamos encontrado testimonios impresos sobre ellos. Ahora, en el
archivo de la familia Zapata hemos localizado una serie de recibos que, aunque
correspondientes a mediados del siglo XIX, revisten para nosotros un especial
interés.
Unos
son de la conducción de médico (en Mallén sólo había uno) al que cada vecino
debía contribuir con la cuota señalada que, a la vista del recibo que
reproducimos se fraccionaba por trimestres, aunque se hace mención expresa a
que la conducción comprende “desde San Miguel de setiembre” de un año, en este
caso 1861, hasta la misma fecha del siguiente, lo que era habitual en todos los
lugares. La cantidad que debía abonar el titular de este recibo era de 40
reales de vellón, de cuya percepción se encarga un recaudador, Dionisio López.
El hecho de que la misma persona se encargara del cobro de la conducción del
cirujano, nos hace pensar que era el propio Ayuntamiento quien se encargaba de
este cometido.
Este
es el recibo de la conducción del cirujano, por el mismo período. Su importe de
20 reales de vellón, la mitad de la del médico, pone de manifiesto la diferente
consideración social de ambas profesiones. Porque, aunque en la actualidad, el
nombre de cirujano se aplica a un médico especialista en Cirugía, en aquellos
momentos venía a ser equivalente al de barbero. Es cierto que, desde comienzos
del siglo XIX ya se había producido la unificación de las dos profesiones, tras
la dignificación de los estudios de Cirugía, a través de la creación de los
Reales Colegios de Cirugía, los primeros en Cádiz, Barcelona y Madrid, que
culminaría con la instauración de las actuales Facultades de Medicina y
Cirugía, pero en el ámbito rural el cirujano era un auxiliar encargado de la
aplicación de determinados remedios y también ejercía como barbero. De hecho,
esta duplicidad de cometidos llegó hasta época muy reciente cuando los llamados
practicantes, regentaban también sus propias barberías.
También
había un boticario conducido al que la misma persona abonaba la cantidad de
17,5 reales, por debajo incluso del cirujano, un detalle significativo. En este
caso el recibo era expedido por el propio profesional, cuya firma y sello en
seco se hacen constar en el recibo: Manuel Barberán.
Algo
similar ocurría con los albéitares o veterinarios, aunque no hemos encontrado,
todavía, recibos de su conducción, probablemente porque D. Sabino Navas no
tenía animales de labor o de transporte, lo que nos parece raro.
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