En el
palacio de Rajoy, al pie del busto que recuerda a ese gran arzobispo
compostelano que fue D. Bartolomé Rajoy y Losada (1690-1772), se encuentra esta
máxima suya que merece la pena meditar y cumplir: "Vivir como si hubiésemos
de morir esta noche. Trabajar como si hubiésemos de vivir eternamente en este
mundo".
En una
reciente (2005) tesis doctoral, defendida en la Universidad de Almería, hemos
visto esta frase atribuida a José Antonio Primo de Rivera, nada menos. No
sabemos si la conocía, es probable que sí pues era un hombre culto, pero su
autoría no era suya, lo que al parecer ignoraba la autora de la tesis.
Merece
la pena recordar quién fue ese arzobispo nacido en Puentedeume, cuya vida se orientó
inicialmente hacia el Derecho, para lo que cursó estudios en la Universidad de
Santiago, ejerciendo la abogacía en Coruña, desde donde marchó a Tuy en 1721,
como Juez de residencia de Justicias y Escribanos. Allí conoció a una agraciada
y distinguida joven, llamada Dª Mariana Feijoo y Ordoñez (curiosa coincidencia
de apellidos: Rajoy y Feijoo), con la que se comprometió en matrimonio. Pero
Dios le llamaba por otros caminos y, tras obtener el permiso de su prometida
(entonces estas cosas se hacían con exquisito cuidado), comenzó a cursar la
carrera eclesiástica, siendo ordenado sacerdote en 1724, a los 34 años, una
edad avanzada para la época.
Tras
desempeñar varios cargos relevantes, fue consagrado obispo en 1751, rigiendo la
sede compostelana durante veinte años. Allí desarrolló una labor ingente,
empeñando la fortuna heredada de sus padres en obras como el palacio que
sufragó íntegramente, pero también en colegios, hospitales y hospicios. Es
recordado también porque, en un momento en el que el hambre asolaba Galicia,
como consecuencia de las malas cosechas, fletó veinte barcos que, desde
Francia, trajeron el trigo necesario para alimentar a numerosas personas.
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